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Actualizado: 28 de julio de 2025


Al quedar libre el paso, el carruaje emprendió una marcha veloz a todo correr de sus mulas, pasando entre los otros vehículos que afluían a la plaza. Al llegar a ésta, torció a la izquierda, dirigiéndose a la puerta llamada de Caballerizas, que daba a los corrales y a las cuadras, teniendo que marchar a paso lento entre el compacto gentío.

Lo que has dicho me interesa. ¡ abominando de las mujeres, que las has tenido á miles!... Continúa, Miguel. Pero el príncipe torció el curso de la conversación. Habló de sus impresiones al llegar á Villa-Sirena después de una larga ausencia. De la vida anterior á la guerra sólo quedaban el edificio y los jardines.

Febrer torció su marcha, evitando aproximarse a Can Mallorquí. Fue hacia la torre del Pirata, pero al llegar cerca de ella continuó su camino, no deteniéndose hasta el mar. La costa de roca, que parecía cortada a pico sobre las aguas, estaba quebrantada por el embate de éstas durante siglos y siglos.

En esto el gozque, alzando las orejas en ademán de inquietud, comenzó a murmurar mirando hacia un cabo de las tapias, y a la luz de cierta lámpara que ardía delante de una imagen apartada, se dibujó la negra sombra de un bulto que observaba el jardín y la reja, y que viendo ocupada la calle torció otro camino sin aguardar a ser alcanzado por los pasos diligentes, si bien silenciosos, de Cigarral.

¡Cómo! ¿no los tienes por herejes, bandidos y agentes del diablo? Petrilla se echó a reír a carcajadas. Vea señorita, el modo de hablar de esos herejes es tan dulce, que... Aquí se interrumpió para darse un gran coscorrón en la cabeza. Torció su delantal, bajó los ojos, y me pareció que estaba por tomar las de Villadiego. ¿Y después? ¡Termina!

Con las manos delante, á tientas, siguió á lo largo de una pared; torció, revolvió, anduvo perdido un gran espacio, y al fin, guiado por el resplandor de una luz que se veía tras una puerta, se dirigió á ella, se encontró en una galería baja y luego en el patio.

Todavía porfiaba mi marido, con la gorra en la mano, a querer ir acompañando al alcalde, viendo lo cual mi señora, llena de cólera y enojo, sacó un alfiler gordo, o creo que un punzón, del estuche, y clavósele por los lomos, de manera que mi marido dio una gran voz y torció el cuerpo, de suerte que dio con su señora en el suelo.

Y embriagado cada vez más por la luz meridional y aquellos perfumes primaverales en pleno invierno, torció por una callejuela, dirigiéndose al campo. Al salir del antiguo barrio de la Judería y verse en plena campiña, respiró con amplitud, como si quisiera encerrar en sus pulmones toda la vida, la frescura y los colores de su tierra.

Maltrana, al pie de la escalera, torció el gesto e hizo señas, con el enfado de un propietario futuro que ve prodigado sus bienes. Ella, al fin, quiso fijarse en sus extremidades, y sin emoción alguna arregló el desorden de la falda, borrándose la divina aparición como la luna entre nubes. Sólo entonces volvió la flauta a lanzar sus pastoriles gorjeos y los danzarines reanudaron sus evoluciones.

Torció á la derecha, por evitar que llegara hasta ella aquel figurón blanco, y encontró enfrente la Carrera de San Jerónimo. Empezó á subir; pero estaba tan fatigada, que la pendiente de la calle le parecía inaccesible.

Palabra del Dia

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