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Actualizado: 30 de abril de 2025
Obtuve varios premios, y el éxito me decidió a tomarme un mes de vacaciones en la capital, distrayéndome como correspondía a mi juventud y a la buena posición social de mi familia.
Los huéspedes se levantaron, y todos se pusieron en movimiento para socorrerme. Matildita se hizo merecedora de mi gratitud eterna por la actividad prodigiosa que desplegó en atenderme, a pesar de hallarse la pobrecita muy asustada. Antes que el médico forense y los otros que, por diferentes conductos, habían sido llamados, vino el juez a tomarme declaración.
Jacinta se desbarataba de risa, y el Delfín hablando con un poco de seriedad, prosiguió: «Bien sabes que no soy callejero... A fe que te puedes quejar. Maridos conozco que cuando ponen el pie en la calle, del tirón se están tres días sin parecer por la casa. Estos podrían tomarme a mí por modelo».
Querer tomarme a mí por la fuerza, ¡a mí! la mujer inexpugnable cuando no quiero, por quien se han muerto los hombres, sin poder conseguir ni un beso en la mano. Márchese usted mañana, Rafael. Seremos amigos... Pero por si hemos de volver a vernos no olvide usted lo que le digo. Acabemos de una vez con todas estas tonterías. No se fatigue; yo no puedo ser suya.
ASCLEPIGENIA. Para despedida, te permito que me des un casto beso en la frente. ASCLEPIGENIA. ¡Adiós, amadísimo Proclo! EUMORFO. ¿Sabes lo que digo, maestro? PROCLO. Di, y lo sabré. No quiero tomarme el trabajo de adivinar tus pensamientos. EUMORFO. Pues digo que se me van quitando las ganas de estudiar filosofía. PROCLO. ¿Y por qué? EUMORFO. Porque la filosofía vuelve tonto a quien la estudia.
¡No! ¡No quiero! ¡No quiero! ¡Déjeme usted! Aquel hombre se puso entonces duro y amenazador. ¡Oh! ¡Basta ya! Soy muy tonto en tomarme el trabajo de convencer á usted. Quiero salvarla y se empeña usted en perderse. ¡Allá usted! ¿Qué me importa á mi todo esto? Soy su último amigo, el más seguro, el más adicto, y Dios sabe en qué responsabilidades incurro... ¿Usted me rechaza? ¡Adiós!
Abriendo después la puerta, mas sin salir de la alcoba, la señora siguió hablando con su sobrino: «Ya sabes lo que te he dicho. Hoy no me sales a la calle... Y desde mañana empezarás a tomarme el aceite de hígado de bacalao, porque todo eso que te da no es más que debilidad del cerebro... Luego seguiremos con el fosfato, otra vez con el fosfato. No debiste dejar de tomarlo...».
No hablemos más de esto... no hablemos más... En suma, lo que yo quería decir, es que miss Percival me encuentra muy bonito, muy gracioso, muy entretenido; pero en cuanto a tomarme a lo serio... jamás me tomará a lo serio esa personita. Voy a lanzarme sobre madama Scott, pero sin gran confianza... Mira, Juan, yo me divertiré mucho en esta casa; pero no sacaré ningún provecho de aquí.
Aparentaron no conocerme, e inmediatamente se pusieron a tomarme declaración; ofreciéndome antes algunos merengues con objeto, según decían, de que tuviese la voz más clara.
«Vamos, no llore usted le dijo con bondad, poniéndole la mano en el hombro . No se ofenda por lo que he dicho. Ya le recomendé a usted que me llevara con paciencia. Hay que tomarme o dejarme. Cuando me pongo a sacar pecados no se me puede aguantar... Pues es claro, les duele; pero luego sienten alivio. Y hasta ahora, nada me ha dicho usted en su descargo».
Palabra del Dia
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