Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 30 de abril de 2025
¿Y por qué no se hizo usted fraile? No me faltaron ganas, señor de Maltrana. Un marqués, antiguo coronel mío y persona muy devota, puso empeño en que me admitiesen en un convento; pero no quisieron tomarme. No tengo suficientes méritos para vestir el hábito. Lo decía bajando la cabeza, encogiéndose para mostrar mejor su humildad.
Aparentaron no conocerme, e inmediatamente se pusieron a tomarme declaración, ofreciéndome antes algunos merengues con objeto, según decían, de que tuviese la voz más clara.
Digo, gentleman, que me deje aquí, en esa terraza. Dentro de una hora vuelva á tomarme. Mientras tanto, puede usted descansar sentándose en cualquiera de los pabellones anexos á la Universidad. No tema, son fuertes y soportarán bien su peso.
Entonces, señores, ella se precipitó a tomarme la mano, esta manaza fea, curtida, rugosa; y, antes que yo pudiera impedirlo, apoyó en ella sus labios. Sólo más tarde, mucho más tarde, he comprendido lo que significaba ese beso.
El pecador, el flaco de voluntad, el miserable, el sandio y el ridículo soy yo que no tú. Los ángeles y los demonios deben reírse igualmente de mí y no tomarme por lo serio.
¡Conque arsénico...! dijo Fortunata tomándolo a broma, con esperanza de obtener así mejor efecto . Para que veas que eres un simple y un majadero, voy a tomarme yo el chocolate. Y en el acto empezó a tomarlo. Su marido la miraba atónito.
¿De modo que me dejas plantada, así, sin más ni más, olvidando todo lo que he hecho por ti, desde el momento que te recogí como si fueses mi hija? Esté usted segura, señora, de que no olvido un momento ninguna de las singulares bondades que a usted debo desde el momento que tuvo a bien tomarme a su servicio.
Llegué a Madrid, y como había alentado una ilusión acaso para entretener mi hastío, y esta ilusión era la atmósfera en que vivía, sin tomarme más tiempo que el necesario para lavarme y mudar de traje me presenté en el colegio. Salió a abrirme una persona desconocida, que me miró con extrañeza. ¿Doña Gregoria...? dije. No vive aquí, me contestó la criada y me dio con la puerta en las narices.
Me dominaba tan activa necesidad de andar, de ir lejos, de quebrantarme de puro cansancio, que no me permitía tomarme un minuto de reposo. En cuanto veía a cualquiera que pudiese conocerme cambiaba de rumbo, y me lanzaba a través de los campos de trigo por cualquiera de las estrechas sendas que los cruzan, marchando a paso de carga hasta que llegaba a donde no veía a nadie.
Mi tío Ramón era un pobrete que sólo había aportado al matrimonio su decencia con lo encapillado, como rezaba la antigua fórmula testamentaria. Se trató de mi educación; mi tío, que se interesaba por mí, quiso tomarme maestros de idiomas y proporcionarme una enseñanza esmerada, pero todo fue en vano.
Palabra del Dia
Otros Mirando