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Actualizado: 21 de julio de 2025


Agitábanse las rosas del sombrero y los falsos bucles de la cabellera, de un rubio escandaloso, con el impulso de sus risas. Aplaudía, abriendo al mismo tiempo las piernas, que tiraban de la falda, dejando al descubierto una parte de sus abultados y marchitos encantos. El Pescadero, desde la puerta, explicó a Gallardo el origen de estas gentes.

Había llegado a la entrada del camino del Cementerio, y aquellas bestias que casi le atropellaban eran los jacos huesosos, antipáticos y enfermizos que tiraban de un coche fúnebre. El tétrico conductor, con su librea negra y mugrienta, pasó, rociando de injurias al distraído y amenazándole con su látigo. Juanito apenas si pudo verle.

Morsamor y los suyos vieron con sorpresa que sus contrarios, en confuso desorden, huían a la desbandada, tiraban las armas para correr con mayor ligereza y buscaban refugio y escondite en lo más intrincado del bosque, ya que no en las entrañas de la tierra. ¿Qué poder misterioso acudía en auxilio de Morsamor? No tardaron en aparecer los imprevistos auxiliares. Venían en ligeros caballos.

Después de dar las buenas noches en voz baja, buscaban con la vista un rincón oscuro, y allí se sentaban sobre el pavimento lustroso de madera de castaño, y fijando la rueca en la cintura, empezaban á hacer rodar los husos, mojando repetidas veces con la lengua el lino, del cual tiraban por breves intervalos.

Pues, señor, ahí va D. Francisco hacia la casa del señor aquél, que, á juzgar por los términos aflictivos de la carta, debía de estar á punto de caer, con toda su elegancia y sus tés, en los tribunales, y de exponer á la burla y á la deshonra un nombre respetable. Por el camino sintió el tacaño que le tiraban de la capa. Volvióse... ¿y quién creéis que era?

En el Veloz disipóse de repente su humor negrísimo y comenzó a reír y divertirse como un muchacho; Gorito Sardona y Paco Vélez, asomados a un balcón, tiraban a los transeúntes un saquillo, y púsose Jacobo a ayudarles; era el saquillo un lindo canastito, adornado con cintas y cascabeles, y atado con un cordón de seda lo bastante corto para que no llegase a dar en los sombreros de los transeúntes.

Sintióse arrastrar sin ver quién le arrastraba; fuerzas descomunales tiraban de sus puños, le golpeaban la espalda, le impelían hacia fuera, sintió abrirse la puerta con estrépito, sintió que su cuerpo recibía una fuerte sacudida, sintióse arrojado y libre de aquellos brazos terribles; cayó al suelo.

A ese andar, la tienda y los haberes del marido se evaporaron en menos de lo que se persigna un cura loco, y con la pobreza estalló la guerra civil en esa república práctica que se llama matrimonio. Los cónyuges andaban siempre a pícame Pedro que picarte quiero. Por quítame allá esta paja se tiraban los cacharros a la cabeza, a riesgo de descalabrarse, y no quedaba silla con palo sano.

El deber, con su peso férreo é irresistible, mantenía inmóvil á la doble fila de hombres azules y rojos. Un oficial vaciló un instante y entregando su sable á un soldado, se llevó una mano á un hombro. Acababa de recibir un balazo; le habían herido los que tiraban desde lo alto de la iglesia.

Viose cubierto de riquísimos paños, con las manos aprisionadas en guantes olorosos y arrastrado en coche, del cual tiraban cisnes, que no caballos, y llamado por reyes o solicitado de reinas, por honestas damas requerido, alabado de magnates y llevado en triunfo por los pueblos todos de la tierra. Entre dos cestas La Nela cerró sus conchas para estar más sola.

Palabra del Dia

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