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Será siempre un timbre de honor para el gobierno del doctor Núñez haber destruido la barrera de la intransigencia política, llamando a los altos puestos diplomáticos a conservadores de la talla de Holguín... Verdad es, y esto sea dicho aquí entre nosotros, que Holguín fue uno de los cachacos más queridos de Bogotá, que le ha conservado siempre el viejo cariño.

Era inútil preguntar a Carlos si estaba contento de aquel día. Su dicha rebosaba como el champagne en una copa llena, y brillaba en el timbre de su voz, en el crujido de sus botas y en la antigua casa, poniendo la alegría en todos los muros y una sonrisa en los seres y en las cosas.

Bebed un sorbo, os digo, esto os repondrá, mi buen amigo. El intendente miró a la condesa con sorpresa; había en el timbre de su voz y en su fisonomía algo tan suave y cariñoso, que no supo qué pensar y se preguntó si no ocultaría alguna celada bajo aquella amabilidad extraordinaria.

Doña Manuela y Leocadia no entendían bien todo aquello: don José, ya inquieto, golpeaba una copa con el recazo del cuchillo, cual si quisiera que el timbre del cristal ahogara las frases de sus hijos. Pepe no quiso contestar lo que se le ocurrió en respuesta a las últimas palabras de su hermano.

Esta vez se pusieron ambos fuertemente colorados. Después, por la seriedad que quedó bien señalada en el rostro de Emilio, se pudo comprender que no le hacían maldita la gracia aquellas salidas harto desenfadadas de su suegra. El general Patiño, por orden de la bella señora de la casa, puso el dedo en el botón de un timbre eléctrico.

Mas cuando se disponía á tirar el segundo clavel, vió levantarse rápidamente sobre las maderas de la galería otra cabeza rubia un poco mayor, aunque no menos hermosa. Una mano blanca salió por un instante fuera, y una voz de timbre dulce y sonoro pronunció estas palabras: Esa es mejor. Al mismo tiempo cayó á sus pies una grande y magnífica rosa de Alejandría.

Cruzó por su mente la idea de que pudiese subir a su casa; pero al instante la desechó como inverosímil. Imaginó más bien que vendría a visitar a alguno de los inquilinos de los cuartos principal o segundo, que eran personas de calidad. No obstante, a despecho de su razón, no se tranquilizaba. Cuando oyó sonar el timbre de la puerta quedó aterrado.

Al ir a comenzar el japonés su oración, se inclina y toca con este cordón un timbre que brilla junto al altar, excitando de este modo la atención de sus dioses.

¿De modo que esta tarde ya no puede ser? decía Ana con humilde voz, suave, temblorosa. No señora respondió el Magistral, con el timbre de un céfiro entre flores ; lo principal es cumplir la voluntad de don Víctor, y hasta adelantarse a ella cuando se pueda. Esta tarde, alegría y nada más que alegría. Mañana temprano....

Su voz había adquirido un timbre siniestro, lúgubre que hacía estremecerse al estudiante. Llamado por los vicios de los que las gobiernan, he vuelto á estas islas y, bajo la capa del comerciante, he recorrido los pueblos.