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Actualizado: 21 de junio de 2025


En mi primer viage á la costa de Madera el año de 1752 sobre el Paraná, estando á la orilla gritaron yaguarú, y mirando un grande animal al tiempo que se arrojó al agua desde la orilla; pero no tuve el necesario para examinarle, con algun grado de precision. Llámanle yaguarú ó yaguaruich, que en lengua de aquel pais significa el tigre de agua.

Siguiendo la misma línea austral, y al O de Palantelen saldrian las guardias de Rojas y Mercedes sobre las lagunas del Tigre y del Milagro, quedando reparadas con sus fuertes de las invasiones que ahora sufren, y que no son por su nulidad defendibles.

¡Ey! gritó don Eugenio . Bico-de-rato, ¿no te has tropezado nunca con ningún tigre? Echa un vasito y cuéntanos si te encontraste alguno por ahí, hom.

Desde allí pudo observar la escena que tenía lugar en el camino: el tigre marchaba a paso precipitado, oliendo el suelo y bramando con más frecuencia a medida que sentía la proximidad de su presa.

Sólo guardaba para ella contradicciones y negativas. Era más buen mozo que Maltrana: conforme; pero no era un héroe. Como el baile había terminado, Fernando se volvió al castillo central. Quiso dejar a Nélida gozando de su gloria, acogiendo serena como un ídolo la curiosidad de las mujeres y el deseo vehemente de muchos hombres, que la seguían con pasos de tigre.

Un poco más allá vió también una máquina rodante en figura de tigre, que había traído sin duda á este guerrero, y era guiada por otro de la misma clase, aunque de aspecto más modesto. El gigante se sentó en la arena lentamente, para no dañar con el movimiento de su cuerpo al enviado del gobierno.

El la puso con sólo un simple... ¡y ése fuí yo! Un faldellín he de hacerme de bayeta de temblor, con un letrero que diga: ¡misericordia, Señor! Como esto no pudo pintarse a humo de pajas, sino para conmemorar algún suceso, dime a averiguarlo, y he aquí la tradición que sobre el particular me ha referido un religioso. Don Juan de Andueza era todo lo que hay que ser de tarambana y mozo tigre.

En Mendoza levantaban un ejército los unitarios, que se habían apoderado del Gobierno; Tucumán y Salta estaban al Norte, y al Oriente Córdoba, la Tablada y Paz; estaba, pues, cercado, y una batida general podía, al fin, empacar al Tigre de los Llanos.

Gloria eterna á los que alzaron La bandera de esperanza, Y elevaron en su lanza Los dogmas de la Igualdad. Nada importa una derrota: No hay que plegar su bandera! El tigre del Plata muera! O ser libres ó morir! Argentinos, á caballo, Y mil veces mas, vencidos, Otras mil veces reunidos, Volvamos á combatir.

La fiera, estirada a dos lazos, no pudo escapar a las puñaladas repetidas con que en venganza de su prolongada agonía le traspasó el que iba a ser su víctima. «Entonces supe lo que era tener miedo» decía el general don Juan Facundo Quiroga, contando a un grupo de oficiales este suceso. También a él le llamaron Tigre de los Llanos, y no le sentaba mal esta denominación, a fe.

Palabra del Dia

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