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Actualizado: 2 de junio de 2025
Ni una persona, ni una brizna de hierba, ni un pájaro en la roca pelada, que a las horas de sol debía arder y reverberar como un paisaje infernal. Ahí sólo hay tiburones dijo un pasajero, como si hubiese vivido en la isla . Procrean en sus cuevas, y luego van a buscarse la comida por los mares calientes, hasta las costas del Brasil o las Antillas.
El marqués exponía las observaciones de su sabiduría, adquirida en interminables cabalgadas por la llanura andaluza, desierta, inmensa, de dilatados horizontes, como un mar de tierra, en el que eran los toros a modo de adormecidos tiburones que marchaban lentamente entre las oleadas de hierbajos.
Enderezamos el rumbo hacia el Cabo de Buena Esperanza, y con unos días borrascosos, luchando con la corriente del Cabo de las Agujas, pasamos al Atlántico, y tras de muchas penalidades llegamos a Angola y fondeamos en la Bahía de los Elefantes, nuestro puerto de refugio. De los veinte o treinta negros tomados en Mozambique habían muerto y servido de pasto a los tiburones más de la mitad.
Saltan al mar así que comprenden la inmensidad de la catástrofe y nadan con vigor a pisar tierra, huyendo de los tiburones y tintoreras que abundan en esas costas.
Tragomer, dijo Marenval, estaba en el agua con Jacobo, sosteniéndole, animándole bajo una lluvia de balas y en un sitio en que pululan los tiburones... Sí, miss Harvey, el episodio fué vivo... Tuvimos que echar á pique la lancha de la Administración para escapar á sus ataques; pero no hemos tirado ni un tiro, aun en defensa propia, pues no queríamos tirar contra franceses. ¡Oh! ¡De buena nos escapamos!
Que no paso por esta cuenta; que á mí me falta dinero ... y que me falta, ¡ea! ¡Malos tiburones te coman! Yo no sé de qué te ha servío tanto como has rodao por el mundo, que toavía no sabes contar los deos de la mano. ¿Qué es lo que te falta ahora? Me falta, me falta ... yo no sé cuánto, pero me falta dinero.
Madariaga no había visto nunca tiburones, pero se los imaginaba, sin saber por qué, con unos ojos redondos de vidrio, como fondos de botella. A la edad de ocho años, Julio era un jinete. «¡A caballo peoncito!», ordenaba el abuelo. Y salían á galope por los campos, pasando como centellas entre los millares y millares de reses cornudas.
Para principio del clérigo, pones la merluza mala que trajiste esta mañana, ¿sabes?, y que está apestando... Le echas bastante sal, y después la cargas de harina todo lo que puedas y la fríes. Ponle todas las tajadas, y se las embaulará sin enterarse de si está buena o mala. Es como los tiburones, que tragan todo lo que les echan. Para postre, las nueces y el arrope, ¿sabes?
Se me han colado en el despacho los cuatro peces más gordos que tiene Madrid ... ¡cuatro tiburones!... ¿Cómo va de ese reuma, Urreta? Me parece que usted también necesita una buena carena como yo.... Y tú, Manuel, ¿cuándo piensas reventar?... Ya ves que a tu sobrino le corre mucha prisa.
Ellos no tienen culpa alguna decía el viejo , pero yo no puedo quererlos. Además, ¡tan semejantes á su padre, tan blancos, con el pelo de zanahoria deshilachada, y los dos mayores llevando anteojos lo mismo que si fuesen escribanos!... No parecen gentes con esos vidrios: parecen tiburones.
Palabra del Dia
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