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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Los tres personajes, que cual tres estatuas exornaban con simétrica colocación el testero de la sala, movieron sus venerables cabezas con ademán afirmativo, y alguno de ellos golpeó con la maciza mano el brazo del sillón. Señor de Araceli, siento decir a usted que ya reconozco la lamentable equivocación en que incurrí respecto al carácter de usted.
El Magistral se sacudió dentro de la sotana, como entre cadenas, y descargó un puñetazo de Hércules sobre el testero del sofá. Después procuró recobrar la razón, se pasó las manos por la frente; requirió el manteo; buscó el sombrero de teja, se obstinó en callar, buscó a tientas la puerta y salió sin volver la cabeza.
Los esposos iban sentados en el testero; los asientos delanteros iban vacíos. Entrambos iban silenciosos y pensativos. De repente una voz muy conocida, dijo al lacayo que guiaba á la mula delantera: ¡Eh, conductor de venturas! ¡para, para, que la desdicha te lo manda! El lacayo paró. Una cabeza asomó á la portezuela, y una mano tocó á los cristales. Don Juan abrió la portezuela.
Veían las cocinas con los pucheros armados sobre las ascuas, las artesas de lavar junto a la puerta, y allá en el testero de las breves estancias la indispensable cómoda con su hule, el velón con pantalla verde y en la pared una especie de altarucho formado por diferentes estampas, alguna lámina al cromo de prospectos o periódicos satíricos, y muchas fotografías.
En los muros, tapizados de un verde oscuro rameado de otro más claro, veíanse algunas cornucopias enormes con figurillas grabadas en el cristal. Un par de cuadros religiosos, de dudoso dibujo, ocupaban el testero principal, y bajo ellos, rodeado de taburetes cojos, había un sofá raído y destrozado por el roce continuo con pedigüeños impacientes o canónigos de gran peso.
La lluvia moja el rostro de Don Juan Manuel Montenegro. EL CABALLERO ¿Quién es? Un marinero de la barca de Abelardo. ¿Ocurre algo? Una carta del señor capellán. Cayó muy enferma Dama María. ¡Ha muerto!... ¡Ha muerto!... ¡Pobre rusa! Retírase de la ventana, que el viento bate locamente con un fracaso de cristales, y entenebrecido recorre la antesala de uno a otro testero.
Esto lo haría cualquier modista mejor que yo repuso Florentina riendo pero entonces no lo haría yo, señor papá; y precisamente quiero hacerlo yo misma. Después Florentina se quedó sola, no, no se quedó sola, porque en el testero principal de la alcoba, entre la cama y el ropero, había un sofá de forma antigua, y sobre el sofá dos mantas una sobre otra.
Dos hileras de bancos corrían por toda la extensión del salón, y frente á la mesa presidencial, en el testero de la izquierda, se hacinaban en otra mesa, cubierta de blanquísimo mantel, adornado de lazos y bullones de colores, gran profusión de fiambres, pastas y dulces, y no escaso número de botellas de vinos y cerveza.
¡A casa, niña, que vas á coger un resfriado! chilló en aquel momento doña Victorina. La voz les trajo á la realidad. Era la hora de volver, y por amabilidad invitaron á Isagani á subir en el coche, invitacion que el joven no se hizo repetir. Como el coche era de Paulita, naturalmente ocuparon el testero doña Victorina y la amiga, y en el banquito los dos enamorados.
Una ancha mesa, con un dorado sitial en el centro, y otra formando martillo con aquella, provista de trece tinteros sujetando bajo su base blancas cuartillas, se destacaban en el testero de la derecha.
Palabra del Dia
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