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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Porque el marido y la mujer no son herederos forzosos el uno del otro, y, como es natural, si nos muriésemos sin testamento, nuestros parientes vendrían a molestar al que quedase. Eso tiene fácil remedio. Con hacerlo se arregla.

Sin duda le has hablado a su mujer algo de testamento, y como estás un poquillo delicada aguardan tu muerte como agua de Mayo. Conque no te descuides. D.ª Carmen se puso mucho más pálida de lo que estaba al oir estas sangrientas palabras. Necesitó agarrarse a los brazos del sillón para no desfallecer. Lo que decía su marido era horrible, pero muy verosímil.

Con noble sinceridad, sin dejar de acariciar en su pensamiento la probable herencia, se asociaba al duelo de D. Romualdo por el generoso solterón rondeño. «En fin, señora mía: murió como católico ferviente, después de otorgar testamento... ¡Ay!...

Si un hijo del legislador, uno de esos hijos que ahora duermen bajo la leve gasa que cubre su semblante; si ese niño llega á ser un hombre de sabiduría, de lealtad, de abnegacion; si llegase á ser el propagador de una verdad mayor que su siglo, el conductor de un fluido para el que la vida de hoy no tiene tubo ni alambique; si debiese al destino el don soberano de tener genio; es decir, el don de una virtud suprema, porque no hay genio sin virtud, no hay genio deshonrado, no hay genio infame, porque no existe el talento de picar, porque la víbora no tiene talento: si en el testamento de la predestinacion universal, recibiera ese niño aquella manda gloriosa y divina ¿qué diria el legislador, qué diria el padre, cuando supiera que su hijo comia la vitualla del presidio con el espía, con el asesino, con el traidor, con el ratero?

Acabada la ceremonia, el amigo de don Hugo y los testigos se retiraron, y yo, triste y temerosa por aquellas bodas que se habían hecho junto á una moribunda, me quedé velando su agonía. Al amanecer murió. Aquel día un escribano vino á abrir el testamento. La buena doña María había dejado todos sus bienes, que eran muchos, á la esposa de su sobrino. Yo era ya rica.

Testamento de Antonio Pérez, otorgado en París el 29 de octubre de 1611, haciendo profesión de fe católica, mandando se enterrara su cuerpo en la iglesia del Convento de los Celestinos, y que se celebraran misas por el reposo de su alma.

La razón que he tenido para venir a molestarlos a esta hora dijo como disculpándose, pero con una misteriosa sonrisa en sus gruesos labios, es que he llegado a Londres esta misma noche, y acabo de saber que, por su testamento, mi amigo Burton Blair ha dejado en mis manos la administración de los asuntos de su hija.

Repræsentabantur rariæ ex veteri et novo testamento historiæ, Christi passio et plæraque alia, paradisus et infernus, mero artificio constructa, in quibus innumeræ machinæ et papyro ita artificiose factæ, ut intuentes fallerent veræquæ bombardæ crederentur.

No pude dejar de abrigar fuertes sospechas de que Melandrini, cuyos movimientos eran tan misteriosos y llenos de recelo, debía haber tenido alguna parte en el robo hecho a Blair de esa pequeña y curiosa bolsita que me había legado en su testamento. Esta era una extraña fantasía que me había forjado, pero que, a pesar de todos los esfuerzos que hacía, no podía desechar de mi mente.

Yo me siento, sobrina, a punto de muerte; querría hacerla de tal modo, que diese a entender que no había sido mi vida tan mala que dejase renombre de loco, que, puesto que lo he sido, no querría confirmar esta verdad en mi muerte. Llámame, amiga, a mis buenos amigos: el cura, al bachiller Sansón Carrasco y a maese Nicolás, el barbero, que quiero confesarme y hacer mi testamento.

Palabra del Dia

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