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Actualizado: 6 de julio de 2025


Cierto dice la de Esquilón; pero era distinto que ahora; entonces estaban María Rosa y Teresa, que son muy discretas y muy distinguidas, y sabían muy bien sustituir la falta de presidenta en las fiestas sociales. Ellas daban tono al gobierno con su ingenio y con su conversación espiritual. Don Victorino podía estar tranquilo: había presidentas.

Conocía bastante la displicencia del joven; pensó que se encontraba disgustado entre tantos desconocidos, y que eso bastaba para tenerlo descontento hasta el punto de inspirarle palabras acerbas. No era la primera vez que María Teresa advertía los celos de Juan, pues consideraba legítimo que un antiguo compañero sintiese ojeriza hacia los que trataban de captarse su amistad.

Huberto aprovechó el momento para acercarse a ella y murmurar: No he podido conversar con usted; ¿cuándo volveré a verla? ¿Puedo venir antes del miércoles próximo? María Teresa lo miraba. ¡Qué elegante era, qué seductor!

¡Diga usted, Teresa, diga usted! ¡No, Tere! suplicó Luisa. ¡Pues lo he de decir!... Pues, ¡vaya, que... esa señorita nos... choca! ¿Y por qué? ¡Friolera! exclamó Luisa. ¿No la ve usted tan pagada de , y tan orgullosa, que a todos desprecia, y que dice que todas las vilaverdinas somos unas payas..., unas ridículas.

De aquí el odio a Gabriela; de aquí que murmurase de su hermosura; de aquí el que afeara todo en la señorita Fernández. ; contestó vivamente Teresa ya que en Ricardo tiene usted un rival.... La maldiciente polluela estaba enamorada de amigo; le quería, a su manera, le amaba como loca, y no podía olvidarle.

El joven echó sobre su correo una mirada distraída, pero habiendo notado entre las cartas y los diarios un amplio sobre sellado con lacre blanco, hizo un gesto de inquietud. ¡Una carta de María Teresa! murmuró sorprendido. ¿Qué me escribirá? ¿Estará inquieta por mi ausencia? ¡diantre! esto no concuerda con mi proyecto de concluir.

Por esto lo de menos era preocuparse de la posición de la esposa, sino de su caudal de salud. Así se buscó él aquella Teresa, fuerte como un castillo y fresca como una manzana. Pero de poco le valió a la pobre. Tuvo la niña, y a consecuencia del parto murió a los pocos días, sin que sirvieran de nada los estudios y los desesperados esfuerzos del marido. No llegaron a vivir juntos un año.

Todas estas noticias, parte de ellas son dadas por José Largo y su muger Teresa Lopez, pampas cristianos que fueron de la reduccion de Jesuitas, y que al presente se hallan en el Chaco, y parte por José Bruno renegado cristiano, por el cacique Curuilì, y el sobrino del cacique Lepian, que se hallan presentes.

El proyecto fue aceptado, y el desgraciado Juan que no podía eludir este programa improvisado, tuvo que resignarse a ver exasperarse su suplicio. María Teresa se había divertido mucho en el curso de su paseo accidentado. Huberto no se había separado de ella un momento.

Ya no seguí, pues, la calle de las Infantas como acostumbraba después de almorzar, ni aun para ir á la de Valverde, donde vivían unos amigos. Por la noche, después de comer, como no había peligro de ver á Teresa, la cruzaba velozmente y sin echar una mirada á la casa.

Palabra del Dia

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