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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Unos del esquadron priesa se daban, Porque no los hallase el dios del dia En los forzosos actos en que estaban. Y luego se asomó su señoria, Con una cara de tudesco roja, Por los balcones de la aurora fria. En parte gorda, en parte flaca y floja, Como quien teme el esperado trance, Donde verse vencido se le antoja.
18 A su tiempo se levanta en alto, y se burla del caballo y del que se monta en él. El resoplido de su nariz es formidable; 21 escarba la tierra, se alegra en su fuerza, sale al encuentro de las armas; 22 hace burla del espanto, y no teme, ni vuelve el rostro delante de la espada. 23 Contra él suena la aljaba, el hierro de la lanza y de la pica;
Ahora estoy de otro humor y se la envío, en la inteligencia de que la carta tendrá cola, ó mejor dicho, será como cereza en la que se enredan otras por el cabo y la siguen. A esta carta seguirán otras dos. Si á pesar de la inevitable condición que pongo no teme usted que yo peque de prolijo, inserte mi carta en su apreciable periódico y crea que se lo agradeceré.
Sí, pero usted le defendió, usted no teme hablar de él, ni se pone violento cuando se pronuncia su nombre... Tengo la costumbre de pensar muy claramente y de hablar con mucha franqueza. En este asunto de Freneuse hay algo que me choca en lo que se refiere al señor de Sorege. ¿Qué es? Usted debe saberlo; dígamelo. Cristián permaneció impasible.
Varias veces, al conversar con el príncipe, había tenido la verdad junto á sus labios, y siempre en el último momento la retiraba, por un escrúpulo de mujer que teme recordar sus años al hablar del pasado. Pero ¿á quién podía revelar su secreto mejor que á Miguel?... Lo consideraba como de su familia; la había recibido amigablemente en su desgracia, cuando tantos le volvían la espalda.
Vaciló Tirso unos instantes, cual jugador que teme aventurar la partida, y después, mirando a su hermano de frente, le preguntó: ¿Crees haber hecho todo lo que debéis a su estado?
Dio ocasión la historia de la fregona ilustre a que los poetas del dorado Tajo ejercitasen sus plumas en solenizar y en alabar la sin par hermosura de Costanza, la cual aún vive en compañía de su buen mozo de mesón, y Carriazo ni más ni menos, con tres hijos, que sin tomar el estillo del padre ni acordarse si hay almadrabas en el mundo, hoy están todos estudiando en Salamanca; y su padre, apenas vee algún asno de aguador, cuando se le representa y viene a la memoria el que tuvo en Toledo, y teme que cuando menos se cate ha de remanecer en alguna sátira el "¡Daca la cola, Asturiano! ¡Asturiano, daca la cola!"
«Ya ves, hija, tú has cometido una falta, tratar a la señora con altivez, con insolencia; esto, que es feo de por sí, la asustó a ella haciéndole creer que sabes algo y que abusas de tu secreto; le asustó a él que teme que vas a cantar, y me perjudica a mí, como comprendes, porque... ya ves... estando asustada ella... recelosa... pago yo.
Ella, con la rápida percepción de su claro entendimiento, comprendió al punto todo lo grave del compromiso, y una idea horrible, la del sacrilegio, cruzó por su mente cual un pájaro siniestro... Mas se detuvo asustada ante ella, porque aun la mala mujer española es rara vez impía; allá, en el fondo de su corazón, cree siempre y teme, y menos aterra el sacrilegio a la falsa devota que a la francamente escandalosa.
Está muy afligida, ¿verdad? ¡Pobre criatura loca! Es cosa de llorar de lástima, aunque se tenga el corazón de piedra. Teme que la maltraten, ¿no es cierto? No, no; otra persona pensaría en ello; ¡pero una pobre loca! ¿Creéis que no piensa en ella? Todo lo que grita es: «Marta, Marta», y sólo la preocupa el que vos tengáis que sufrir las consecuencias de su imprudencia.
Palabra del Dia
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