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Actualizado: 31 de mayo de 2025
¿Quién? ¿Quién? replicó la dama, con señales de terror en la voz, echándose hacia la pared. Soy yo, soy Álvaro... Mira añadió con voz temblorosa, sé que has venido a hacer las amistades... Has hecho bien... Olvidémoslo todo, comencemos una nueva vida... La dama no respondió. Metida contra la pared, escuchábase su respiración aún anhelante por el susto.
Bien dijo la brigadiera con voz un poco temblorosa. ¿Y consentiría V. que me viniese a vivir con ustedes? ¿Por qué no? ¡Oh mamá! exclamó Miguel enternecido; me hace V. feliz con esa respuesta. ¡Tengo unos deseos tan vivos de vivir con VV.!... Y apoderándose al mismo tiempo de una mano de la brigadiera, la besó con efusión repetidas veces, mientras dos lágrimas le resbalaban por las mejillas.
Ella hace lo que él le dice, y después saca del bolsillo el fino pañuelo de batista que ha llevado al baile. No puede servir de mucho dice Juan, y con mano temblorosa coge su grueso pañuelo. Déjame secarte el pie.
Estaba seguro de que le buscaba á él, trayéndole la más fatal de las noticias. Efectivamente, el telegrafista fué hacia su mesa y le entregó el despacho. Gillespie abrió el sobre con mano temblorosa, buscando inmediatamente la firma del telegrama. ¡Lo que él había pensado!... El despacho iba suscrito por mistress Augusta Haynes.
Germana quedó sobrecogida de espanto ante aquella explosión de ira, y sus ojos se volvieron hacia la casa como en demanda de auxilio. Señora dijo temblorosa , si para eso ha venido usted a mi casa...
Así, al mirar a Antoñita, no podía Amaury disimular su ansiedad. La joven vio su mirada y, como si la hubiese comprendido, dijo con voz temblorosa: Tío mío, le agradezco en el alma lo que por mí quiere hacer y recibo de rodillas sus paternales consejos, tan sagrados para mí; pero déjeme tiempo para pensar en ellos.
Soledad volvió la cabeza sorprendida de aquella voz extraña y temblorosa, le miró un instante á la cara y al fin dijo gravemente: Bueno; vamos.
Ricardo la apretaba cada vez más contra su corazón, sin cansarse de repetir la misma frase, ¡la frase más bella que Dios ha sugerido a los hombres! Una vez sola levantó la niña la cabeza para preguntar en voz baja y temblorosa: No te marcharás ya, ¿verdad? ¡Buena gana tenía Ricardo de marcharse en aquel momento! Por cuanto hubiera de precioso en la tierra y en el cielo, no se marcharía.
Ya no te me olvidarás, pícara; ya te pillé, ya no te me escapas, ¡oh cantidad temblorosa, escurridiza, inaprehensible, como una gota de mercurio!
¿Eh, quién va? dijo entonces, volviéndose. Entre las sombras de la sala distinguió la figura de la niña que estaba antes sentada debajo del corredor. Podría contar quince años de edad, y a lo que logró percibir, tenía una carita redonda y morena, bastante insignificante, y gastaba el cabello en trenza todavía. Dice mi tía que si quiere V. cenar manifestó la chica, con voz temblorosa.
Palabra del Dia
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