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Actualizado: 12 de mayo de 2025


Tiempo tenemos de hablar.... contesta don Nicasio, y su fisonomía se contrae con muestras de tedio. Como V. me ha citado por esta tarde..... , pero.... Como V. guste. Ya se ve; pero es menester pensarlo mucho; qué yo!.... Lo que es dificultades, conozco que hay; solo que viéndole á V. tan animoso esta mañana, lo confieso, todo se me hacia ya camino llano.

Era preciso que usted pudiese apreciar vivos estos dos cuadros para que no dudase sobre cuál de ellos cernía más el tedio sus negras alas, y que generación vivía más tranquila y más risueña, si la que se cubre con el oropel de la moderna sabiduría, ó la cobijada bajo los harapos de nuestra vieja ignorancia.

Febrer sentía el mismo tedio de aquellos militares, la impresión de hallarse encerrado en una cárcel de privaciones que tenía por fosos el mar. Ahora le pareció la capital isleña una población de irresistible monotonía, con sus señoritas encerradas en un aislamiento huraño y monjil.

En una época de duda, de tristes desengaños como la nuestra se le debe exigir al poeta que remueva nuestra alma con las ideas más caras y tentadoras, que eche alguna vez la sonda en los grandes misterios que a todos nos fascinan... Acometiole tedio y tristeza.

No sabía qué decirle, pero necesitaba verlo para no estar solo. Se presentó una de las criadas viejas, anunciando que el coronel se había ido á Monte-Carlo. ¡Este también! dijo el príncipe. Tomó su sombrero y su gabán para escapar al tedio de una tarde de domingo pasada á solas. Además, una fuerza indefinible tiraba de él igualmente hacia la inmediata ciudad.

Recuerdo que el sonido de las herraduras de los caballejos y el de los tarugos de Chisco sobre las lastras de la subida, juntamente con el murmullo de las cristalinas aguas de la vadera, no me impresionaba en el espíritu, sino en el cuerpo: me daba frío. Hasta tal punto llevaba yo pervertidas las sensaciones por obra del tedio y del cansancio.

Iba con la certidumbre de encontrarla en tal o cual parte; pero al llegar, la imagen que llevaba consigo, como hechura de sus propios ojos, se desvanecía en la realidad. «¡Parece que donde quiera que voy decía con profundo tedio llevo su desaparición, y que estoy condenado a expulsarla de mi vista con mi deseo de verla!». Decíale Villalonga que tuviera paciencia; pero su amigo no la tenía; iba perdiendo la serenidad de su carácter, y se lamentaba de que a un hombre tan grave y bien equilibrado como él le trastornase tanto un mero capricho, una tenacidad del ánimo, desazón de la curiosidad no satisfecha. «Cosas de los nervios, ¿verdad Jacintillo?

Ante aquella mujer, buena y sin ventura, el alma se sentía invadida de tedio y desesperanza, porque aún engendra más escepticismo la desdicha del justo, que la prosperidad del malo. Tenía dos hijos: Marcelo y Luciano, de tan opuesta inclinación, que nunca pudieron vivir en paz.

A uno y otro lado los rayos rastreros del sol hacían brillar los tomillares cubiertos de rocío. Volvió el rostro. La ciudad le llamaba con una voz de tedio, de perfidia, y la fiera muralla, toda roja en el amanecer, hízole pensar en el encarnado capucho del verdugo. Volver era morir, morir cubierto de pecados, perder el alma para la eternidad. Al llegar a la primera encrucijada se detuvo.

El Magistral sonrió... No se ría usted: serán los nervios, como dice Quintanar, o lo que se quiera, pero yo estaba llena de un tedio horroroso, que debía ser un gran pecado... si yo lo pudiera remediar.

Palabra del Dia

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