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Actualizado: 7 de noviembre de 2025
Cuanto dice aquí Cervantes de los teatros españoles se funda en los recuerdos de su juventud; pues según parece, no conoció literariamente las obras de Lope de Rueda.
Hasta los últimos tiempos se ha observado esta práctica, haciéndola extensiva á los teatros, que en el siglo XVIII se edificaron en el lugar ocupado por los antiguos.
Así se lo juró a ella, de rodillas, como él había visto a los galanes en los teatros, allá por el mundo adelante. «Yo te pediré a tus padres y al cura mañana mismo. No dijo ella , ahora no». Y siguieron viéndose.
Volviose de nuevo hacia el conde y hablaron de cosas indiferentes, de teatros, de música, de proyectos de viaje. Sin embargo, aquél se mostraba más y más preocupado. Iba perdiendo el aplomo y hablaba equivocándose, como si su pensamiento anduviese lejos.
Compositores, cantores, músicos, poetas y decoradores eran todos italianos, aunque para comodidad de los espectadores se hacían de ellas traducciones españolas, que se repartían impresas. Los teatros populares, mientras tanto, sin protección alguna de la corte, vivían sólo con sus recursos y con el favor del público.
Pero no debía seguir el drama los mismos pasos que el Estado, pues pasó el siglo XVI, el más brillante del poderío español, antes que aquel alcanzase su edad de oro, y cuando decayó la grandeza política de España, se elevó su teatro á tan gloriosa altura por su brillo y su riqueza, que llegó á avasallar por completo á todos los teatros de Europa.
Acostumbraba también, en un círculo más estrecho de su corte, desempeñar papeles en comedias improvisadas . La etiqueta de la corte había prohibido hasta entonces al Rey su asistencia á los teatros; y aunque Felipe IV no se atrevió á anular esta costumbre, visitó, no obstante, de incógnito á los de la Cruz y del Príncipe.
Decíale su buen sentido que, a ceder a sus íntimos sentimientos, concertaba un matrimonio de amor, corría el casi seguro riesgo de perder con las buenas gracias de su tía la fundada esperanza de su rica sucesión, y, en consecuencia, podría caer en estado de muy precaria fortuna, mensajera de duros sacrificios; no era un niño; sabía lo que cuesta el vivir; conocía de memoria cuán caras son las distracciones en la alta sociedad parisiense; caballos, teatros, lujo; sería necesario, pues, renunciar a todo eso, y lo que es peor aún, imponer a aquella que iba a ser su mujer privaciones idénticas.
Pues tan comedido como con los teatros, he de ser, poco más o menos, con todas las demás cosas. Ni pudiera ser de otra suerte; en política, sobre todo, y en puntos que atañen al gobierno, ¿qué pudiera hacer un periodista sino alabar?
Como hombre ilustrado, asistía a la Universidad siempre que se daban en ella conferencias interesantes, a los teatros, a los museos; y en todas partes se exponía a toparse con la muchacha, a quien, seguramente, saldría a acompañar toda una banda de estudiantes de ambos sexos, pues aquellas muchachas rara vez iban solas, y si le veía... Krilov se estremeció de pies a cabeza.
Palabra del Dia
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