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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Eva estaba caída entre los árboles, con sus ropas en desorden, y Adán sobre ella, con un gesto de locura sexual, la cogía los brazos para dominarla, y pegaba la boca a su pecho con tal avidez, que lo mismo podía besar que morder. El Tato sentíase orgulloso ante la sorpresa de su tío. ¡Eh!, ¿qué tal? Eso lo he descubierto rodando por la iglesia.

Un día sintió temblar sus piernas y que los ojos se le nublaban de emoción al oír cómo contestaba el perrero, a una de sus reprimendas por haber vuelto tarde a la catedral, obligándole a abrir la puerta cuando ya iba a acostarse. El Tato le hizo saber con expresión insolente que se había comprado una navaja y deseaba estrenarla en las tripas de cualquier cura explotador de los pobres.

El Tato le miraba con ojillos burlones y amenazantes, en los que el Vara de plata creía leer: «Acuérdate de la navajaPero lo que más aterraba a don Antolín era el silencio del campanero, la mirada hosca y dura con que respondía a sus palabras.

El Tato hablaba con entusiasmo al manchador y al pertiguero de la corrida del día siguiente, y Mariano permanecía de pie junto a su admirado camarada, mientras su mujer, una hembra tan bravía como él, hablaba con Sagrario. Los hombres lamentaban que no estuviese presente don Martín.

Bebe dijo el campanero, ofreciéndole la botella . Es una dicha encontrarnos aquí sanos y alegres, mientras Su Eminencia se verá mañana entre cuatro tablas. ¡Menudo campaneo soltaremos todo el día! Bebió el Tato, y pasó la botella al zapatero, que estuvo mucho tiempo con la boca pegada al gollete. De los tres, éste parecía el más ebrio.

Era un mundo de caricaturas de la lujuria, de gestos simiescos y estremecimientos satiríacos, en el que asomaba la pasión carnal con la mueca de la animalidad más grotesca. Mire usted, tío. Como gracioso, éste es el más notable. Y el Tato enseñaba a Gabriel la figurilla rechoncha de un fraile predicando con enormes orejas de burro.

Y el Tato, con su impetuosidad escandalosa, decía a gritos: ¡No hay justicia en el mundo! ¡Esto se ha de arreglar! ¡Mire usted que morir de hambre una criatura en una casa donde corre el dinero y tantos tíos se visten de oro...! Cuando se llevaron al muertecito camino del cementerio, pareció que el claustro quedaba abandonado. Toda su vida se reconcentró en la casa del zapatero.

A Luna le divertían las picardías del Tato, la confianza y el descuido con que iba por el templo, como si el haber nacido en él le privase de todo sometimiento de respeto. La entrada de un perro en las naves le producía alborozo. Tío decía a Luna , va usted a ver cómo me abro de capa. Y tirando de los extremos de la chaqueta, avanzaba hacia el can con contoneos y saltos de lidiador.

Palabra del Dia

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