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Actualizado: 7 de octubre de 2025


En su casa lo esperaba una tarjeta de Lidia: "Idolatrado Octavio: Mi desesperación no puede ser más grande, pero mamá ha visto que si me casaba con usted me estaban reservados grandes dolores, he comprendido como ella que lo mejor era separarnos y le jura no olvidarlo nunca tu Lidia."

A un lado multitud de figurillas y objetos de capricho le acompañaban. «¡Estoy en el escaparate!... ¡HorrorUn mozo le tomó cuidadosamente en la mano, y después de limpiarle el polvo volvió á ponerle en su sitio. Su Alteza Serenísima vió que en el pedestal donde estaba colocado, había una tarjeta con esta cifra: 240 reales. «Dios mío, es un tesoro lo que valgo. Esto al menos le consuela á uno

Pero no mató. Se acercó a la portería y preguntó... por el señor obispo de Nauplia, que estaba de paso en Vetusta. Ha salido le dijeron. Y don Fermín sin ver lo que hacía, dobló una tarjeta y la dejó al portero. Y volvió a su casa. Se encerró en el despacho. Dijo que no estaba para nadie y se paseó por la estrecha habitación como por una jaula. Se sentó, escribió dos pliegos.

Estaba guiada y protegida por el marqués Gianori, ese viejo verde teñido y estirado y que tiene un modo tan alarmante de acariciar los dedos del que le da la mano. El guardián no era, pues, muy temible; hice que me presentaran á la encantadora italiana y el día siguiente fui á dejar mi tarjeta en su casa.

Cristeta recibió el presente por la tarde, antes de ir al teatro, y abrió la caja con alegría infantil mezclada de sorpresa, como Margarita debió de abrir el estuche de las joyas. En uno de los casilleros destinados al hilo había una tarjeta de don Juan, y bajo su nombre estas palabras escritas con lápiz: «B. L. P. a su amiga la señorita de Moreruela y le envía ese humilde recuerdo».

Apretóle cariñosamente la mano a la de Martínez, diciéndole: «¡Querida mía!», y manifestó a la García Gómez su desolación profunda por no haberse encontrado el día antes en casa cuando estuvo esta a visitarla. Coraje me dio al ver su tarjeta... Hubiera deseado que charlásemos un rato... Quiero que seamos amigas...

Varios días, una semana lo menos, pasé sin darle a Magdalena señales de vida. Aprovechaba el momento en que era seguro no hallarla en casa para ir a dejar una tarjeta. Cumplida esta fórmula de urbanidad, consideré que estábamos en paz el señor De Nièvres y yo.

Es preciso otro más claro y más breve. Le entregó la tarjeta, y se despidió. Stein leyó: El duque de Almansa. Y Pedro de Guzmán, que estaba allí cerca, añadió: Marqués de Guadalmonte, de Val-de-Flores y de Roca-Fiel; conde de Santa Clara, de Encinasola y de Lara; caballero del Toisón de Oro, y Gran Cruz de Carlos III; gentilhombre de cámara de Su Majestad, grande de España de primera clase, etc.

Adelantóse éste y presentó en una salvilla de plata una tarjeta, que el Príncipe de la Iglesia tomó con cierto gesto de enfado. Si al leer en ella: "El Conde Fabricio de Portinaris" experimentó alguna sorpresa, pudo dominarla en seguida, pues con tono tranquilo dijo al notario: Ramponelli, mañana terminaremos. Puede Vd. retirarse.

¡Dios se lo pague, señorita, Dios se lo pague! ¡Bendita sea la hora en que su madre la ha parido! ¡Bendita la leche que ha mamado...! Pase mañana por nuestra casa. Ahora le dará una tarjeta mi marido dijo Visita . Tenemos amigos que están en mejor posición que nosotros y acaso puedan colocar a su esposo.

Palabra del Dia

mármor

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