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Actualizado: 5 de junio de 2025


Se alejaría de aquella familia que sólo era en apariencia suya, pero a la cual no le ligaba lazo alguno; se casaría con Tónica, buscaría una tienda modesta y emprendería otra vez la conquista azarosa y difícil del dinero, teniendo por maestro a don Eugenio y siguiendo los procedimientos lentos y rutinarios del comercio a la antigua.

Que nadie le tocase su huerto de Alcira. Y no es que amase gran cosa una finca que sólo veía una o dos veces por año. Deseaba convertirla pronto en dinero; pero los ocho mil duros limpios que pensaba sacar de ella eran la base de su porvenir, la realización de sus ilusiones, el medio de establecerse y convertir a Tónica en dueña de una gran tienda de telas.

Tónica así la llamaban sus parroquianas comía en casa de éstas, cosía once horas, cuando no tenía que salir para comprar tela, hilo o botones, y por la noche regresaba a su habitación de la calle de Gracia, un piso tercero de una casa vieja y pequeña, que las dos mujeres tenían como «taza de plata», según expresión de las vecinas.

Sus pláticas con aquella muchacha tranquila y juiciosa le daban nuevos ánimos para trabajar; y él, que hasta entonces había vivido tranquilo e indiferente, amarrado a la noria de la dependencia, sin pensar en el porvenir, sentíase ambicioso, soñaba con una gran posición comercial, que compartiría con Tónica, y miraba la tienda de Las Tres Rosas con el mismo cariño del heredero ante una cosa que espera ha de ser suya.

Yo lo arreglaré, y poco he de poder o la próxima semana tendremos ese dinero. Pero Juanito, como enamorado, tardó en cumplir sus promesas. Sus amores con Tónica, aquella luna de miel ideal, el afán de acompañarla a todas partes, hablando de su porvenir, le tenían tan distraído, que si no olvidó sus promesas, fue difiriendo su cumplimiento siempre para el día siguiente.

Y la visita la hicieron una mañana que Tónica no tenía trabajo y su novio pudo abandonar Las Tres Rosas. ¡Qué emoción! En la plaza de la Reina ya le temblaban las piernas a Micaela, pensando en el arrugado papel de estraza que contenía los billetes mugrientos, y más aún en que iba a verse ante aquel señor de quien todos se nacían lenguas.

Pero no es comparable con el arsénico, ácidos minerales, centeno cornezuelo, carbon vegetal en las lesiones gangrenosas y en las afecciones pútridas, propiamente dichas. Cualquiera que sea su potencia tónica y restaurante, está contraindicado en las convalecencias de toda enfermedad grave, en la que no ha habido pérdidas humorales debilitantes.

Y Tónica le escuchaba con la mirada fija, el entrecejo fruncido, los labios apretados, como si dentro de su cabecita se agitase una idea tenaz, mientras Micaela abría sus muertos ojazos con la expresión de una niña que oye un cuento de hadas.

¡Tónica! Dijo esto con acento tan ahogado y angustioso que la joven calló, mirando en derredor, como si les amenazase un peligro. ¿Qué ocurre? Que la quiero a usted mucho; que.... ¡Ah! ¡era eso...! exclamó Tónica sonriendo . Yo también le quiero a usted como un buen amigo, como un joven formal; sobre todo como formal.

Su alma vestía también nuevos trajes, y desde que era novio de Tónica, parecía como que despertaban sus sentimientos por primera vez y adquiría otros completamente nuevos. Hasta entonces había carecido de olfato.

Palabra del Dia

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