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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Desde el tiempo de los jesuitas tienen por costumbre, y observan todavía puntualísimamente, el que, en acabando de azotar a los delincuentes, se han de levantar del suelo, donde los hacen tender, y con mucha humildad van delante del que los mandó castigar, y le dan los agradecimientos de haberles corregido sus defectos.

Lo primero que hizo fue revolverse en la jaula, donde venía echado, y tender la garra, y desperezarse todo; abrió luego la boca y bostezó muy despacio, y, con casi dos palmos de lengua que sacó fuera, se despolvoreó los ojos y se lavó el rostro; hecho esto, sacó la cabeza fuera de la jaula y miró a todas partes con los ojos hechos brasas, vista y ademán para poner espanto a la misma temeridad.

, en efecto, gran algazara, y, al tender la vista por el taller, observo que todos los rostros están vueltos hacia , sonrientes; que se agitan las manos, imitando mis ademanes, un poco descompasados; que se tose, y se estornuda, y se ríe, y se patea. Esta noche pase uté por casa. Vivo en Triana, calle de San Jasinto. Pregunte uté por el corral de la Parra me dijo Paca cada vez más agitada.

Entre ella y el joven estaba el paso a nivel de la vía férrea, donde comenzaba a palpitar, lanzando mugidos, una bestia de hierro. Juanito viose detenido por la cadena que acababa de tender el guardavía. Este obstáculo pareció irritarle. Sintió otra vez dentro de aquel compañero misterioso que le había guiado en el salón de su casa al hacer los terribles descubrimientos.

Tal vez algún día, con más vergüenza que aquellas infelices, tendría que tender la mano a las gentes, sintiendo calor en el rostro y en el estómago el cruel arañazo del hambre. Y como para sellar su pacto con la desgracia futura, cogió entre sus manos las desmelenadas cabecitas, besándolas en las sucias mejillas, en los labios cubiertos de costras.

Se confesaba que merecía un poco lo que le estaba pasando por su afán de desembarazarse de ella a todo trance. Pero como ya no era tiempo de volverse atrás, lo importante era dejarla cuanto más antes en el convento, y a eso debían tender todos sus esfuerzos. Obdulia parecía dormida.

Allá me encaminé, trepé a la cumbre, coronada de aliagas y romeros, y al tender la mirada en lontananza, medio oculta entre sauces gigantescos, erguida, vi una cruz, la cruz bendita que el hondo sueño vela de los muertos.

Miró el reloj. Eran las tres. Se volvió a tender en la cama, pero con los lamentos no se pudo dormir y le pareció mejor levantarse. Se vistió y se acercó a la alcoba próxima, y miró por entre las cortinas. Se veía vagamente a un hombre tendido en la cama. ¿Qué le pasa a usted? preguntó Martín. Estoy herido murmuró el enfermo. ¿Quiere usted alguna cosa? Agua.

A veces, en una zona de gloria triunfaba el sol; en otras ocasiones, pálido y apenas visible, flotaba entre la niebla presagiando desdichas; y al tender su negro manto la noche, cuando aparecía bruscamente su luz roja y lanzaba sus miradas de fuego, parecía un inspector celoso que vigilaba las aguas, penetrado é inquieto de su responsabilidad.

Al tender la vista por esta distinguida asamblea, observo con júbilo que todos los que la componen han sido dotados también de una buena parte de esta fuerza nativa o acumulada por la herencia. Por ello les felicito con toda mi alma. Lo esencial en este mundo que habitamos es nacer aptos para la lucha. Para no ser aplastados es menester aplastar.

Palabra del Dia

ciencuenta

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