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Actualizado: 9 de junio de 2025
Y volviendo la cabeza hacia el interior obscuro y silencioso de la casa escuchó también con atención profunda.... Sí, él oía algo... era el choque de las monedas, pero el ruido era confuso, podía conocerse sabiendo antes que estaban contando dinero... pero desde la calle no debía de oírse nada... era imposible.... Mas la idea de que la alucinación del borracho coincidiese con la realidad le disgustaba más todavía, le asustaba, con un miedo supersticioso....
Aresti las admiraba con cierto respeto supersticioso. Donde ellas estuvieran, el dinero y el poder se entregarían vencidos, anonadados. Nada podía resistir á aquellas hermosas garras de bestia luchadora é inteligente. El movimiento de la sangre en sus venas de grueso relieve, parecía el latido de un pensamiento oculto.
Era el famoso Quico Bolsón, el héroe del distrito, un roder con treinta años de hazañas, al que miraba la gente joven con terror casi supersticioso, recordando su niñez, cuando las madres decían para hacerles callar: «¡Que viene Bolsón!» A los veinte años tumbó a dos por cuestión de amores; y después al monte con el retaco, a hacer la vida de roder, de caballero andante de la sierra.
Abrazó al profesor, y la satisfacción le rebosaba por ojos y boca en forma de lágrimas y babas. Desde aquel día, el hombre no cabía en sí: trataba á su hijo, no ya con amor, sino con cierto respeto supersticioso. Cuidaba de él como de un ser sobrenatural, puesto en sus manos por especial privilegio.
Miró a don Víctor a la luz del farol de la escalera y le vio desencajado el rostro; y don Víctor a él le vio tan pálido y con ojos tales que le tuvo un miedo vago, supersticioso, el miedo del mal incierto. Hasta llegar allí, el Magistral no había hablado, no había hecho más que estrechar la mano de don Víctor e invitarle con un ademán gracioso y enérgico al par, a subir aquella escalera.
Otros muchos ejemplos de su sagacidad sin duda se sucederían, que desgraciadamente descansan en las relaciones de amigos interesados. No carecían muchos de cierto tinte supersticioso. Por ejemplo. Un día León llegó en un estado de excitación verdaderamente extraordinario.
Heredera del respeto que su padre sentía por el señor, sólo se imaginaba a don Jaime hablando gravemente. ¡Las cosas que había visto en el mundo!... Y ahora sus palabras sobre la novia milenaria conmovían su credulidad, haciéndola sonreír levemente, al mismo tiempo que miraba con temor supersticioso a la gran señora de otros tiempos que sólo era una cabeza. ¡Cuando el señor decía aquello! ¡Era tan extraordinario todo lo suyo!...
Las gentes de la estancia miraban con un respeto supersticioso á la madre de Cachafaz, por creerla bruja y en oculto trato con los espíritus que aullan y giran dentro de las columnas de arena, altas como torres, levantadas por el huracán en la altiplanicie. Al ver la melancolía de Celinda y sorprenderla otras veces llorando, la india movía su cabeza, como si esto confirmase sus opiniones.
Todos hablaban únicamente de los respetos que merecía el anciano pastor, un hombre que en sus mocedades se comía los franceses crudos, que había visto mucho mundo, y cuya sabiduría, demostrada con medias palabras y consejos incoherentes, inspiraba un respeto supersticioso á la gente de las barracas.
Es verdad... es verdad dijo Gallardo con súbita palidez por estas palabras del bandido. Reflejábase en su rostro el temor supersticioso que le acometía al aproximarse los momentos de peligro. Su destino le parecía igual al de aquel vagabundo terrible, que forzosamente un día u otro había de caer en su lucha desigual.
Palabra del Dia
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