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Actualizado: 19 de mayo de 2025


A favor de la marcha del overo pudo ponerse pronto al lado de Melchor, a quien le preguntó, sin volver la cabeza por temor de perder el equilibrio que a duras penas había podido conservar: ¿Por qué... me... habrá... dicho... Baldomero... que... me... divierta?... ¡Qué encuentras de raro en eso? ¿Yo?... nada... repuso Lorenzo que empezaba a sudar; y agregó: no... vayamos... tan... ligero...

Ten entendido que cada peseta que aquí dejen os costará bastantes gotas de sudor... Y entre sudar debajo de la tierra ó á la luz del sol, es preferible esto último. No estoy conforme, D. Félix; no estoy conforme con eso exclamó Martinán disponiéndose placenteramente á entablar la discusión. El trabajo dentro de una mina, lo he oído decir en Langreo, es menos duro que fuera.

Y el rey fijó una mirada vaga en la puerta que correspondía á la recámara de la reina. Aquella mirada hizo sudar á la duquesa. Sabed dijo el rey, acercándose más á doña Juana y en voz sumamente baja que mi confesor ha estado encerrado gran parte de la tarde conmigo. Detúvose el rey, y la duquesa sólo contestó abriendo mucho los ojos, porque no sabía á dónde iba el rey á parar.

Estás muy guapito con tu pañuelo liado en la cabeza, la nariz colorada, los ojos como tomates... Búrlate; mejor. Eso me gusta... Ya te daría yo mi constipado. No, si no quiero más caramelos. Con tus caramelos me has puesto el cuerpo como una confitería. Mamá... ¿Qué? ¿Estaré bueno mañana? Por Dios, tengan compasión de , háganme llevadera esta vida. Estoy en un potro. Me carga el sudar.

Más abajo de esta plataforma estaban las máquinas, y los tres visitantes llegaron a ellas descendiendo por varias escalerillas de acero. Llevaban en las manos pedazos de estopa para defenderse de la grasa que parecía sudar el metal de las barandas y paredes. Un calor pegajoso oprimía el pecho, al mismo tiempo que pinchaba el olfato con hedores de hulla y aceite mineral.

Los desolados campos eran el talismán que mantenía íntimamente unidos á los huertanos, en continuo tacto de codos: un monumento que proclamaba su poder sobre los dueños; el milagro de la solidaridad de la miseria contra las leyes y la riqueza de los que son señores de las tierras sin trabajarlas ni sudar sobre sus terrones.

Este da vueltas alrededor de dos árboles, trazando con su paso infinitos ochos, sin cesar de mover brazos, manos y dedos, fatigadísimo sin sudar y balbuciente sin decir nada, rugoso el ceño, huyendo con indecible zozobra de un perseguidor imaginario.

La fábula del Paraíso, la sentencia del Dios bíblico imponiendo el castigo de sudar de fatiga para ganar la subsistencia, demuestra que en todos los tiempos la moral natural consideró el reposo como el estado más grato al hombre, y que el trabajo debe reputarse como un mal indispensable para la existencia, pero mal al fin.

Luego... nada: una sombra densa, una noche profunda e interminable, sin el más leve destello de visión... Le despertó un rayo de sol que, pasando por una rendija de la ventana, venía a dar en sus ojos. Renació con la luz diurna la blancura de aquellos muros, que parecían sudar durante la noche la sombra y el bárbaro misterio de otros siglos.

Capaz eres de gastar un sentido y ponerlos muy llamativos, con unos canastos en la cabeza que les hagan sudar el quilo. Yo me pondré el jipijapa que Agustín se dejó olvidado, y con mi levisac de lanilla, el que me hice hace seis años, y mi traje mahón que siempre parece nuevo... tan campante.

Palabra del Dia

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