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Actualizado: 12 de julio de 2025
Sorege abrió los ojos por completo, mostró su mirada azul de una claridad poco tranquilizadora y se echó francamente á reír. ¿Y tú, te has divertido en tu viaje? No parecía que te divertías mucho en San Francisco, en el magnífico palco en que oías Otello... Entonces fué Tragomer el que perdió pie. No sólo no se ocultaba Sorege sino que salía al encuentro de las explicaciones. ¿Me viste, acaso?
Sorege tenía la convicción de que Lea estaba en su casa y no quería abrir y veía claramente que entraba en lucha con él y estaba ganada por sus adversarios. Palideció de cólera, pero resistió las ganas que tenía de echar la puerta abajo de un puntapié y entrar por fuerza. El gentleman de los guiñapos y del sombrero de copa, que había dejado de lavar, le hizo ser razonable.
Hay entre mis conocimientos muy malas lenguas que critican todo lo que se hace sin su intervención... Se ha criticado mucho mi proyecto de matrimonio con el señor de Sorege y como no se encontraba nada reprensible en su conducta, han recurrido á la de sus relaciones... De este modo he tenido que conocer ese desgraciado asunto de Freneuse.
¡Silencio! dijo Cristián en voz baja. No es hora de recriminar, sino de tener actividad. Con un mozo como Sorege todo es de temer mientras no le hayamos puesto á buen recaudo. Ya habéis visto cómo se ha defendido. Dejemos á Jacobo y vamos á casa de Vesín.
Puedes estar tranquila; no me serviré de ella hasta que estés en seguridad. Permanece encerrada en tu casa. No recibas á nadie y menos á Sorege, y yo me encargo de desembarazarte de él. -Lea movió la cabeza dolorosamente. No le conoces. Me alcanzará á través de las paredes si permanezco aquí, y á través del espacio, si huyo. Es terrible y hiere siempre por donde menos se espera.
Jenny Hawkins volvía á su casa, á las diez de la mañana, cargada de flores que acababa de comprar en el mercado de Covent-Garden, y su doncella le dijo al abrir la puerta: Un caballero espera en el salón á la señora. ¿Quién es? Aquí tiene la señora su tarjeta. Juana Hawkins cogió el cuadrado de cartulina y leyó: El conde Juan de Sorege.
Penetraron en ella y Sorege, sin vacilación, con una osadía que asombró á sus interlocutores, dijo: ¿Pero qué significa esta comedia, Jacobo? ¿Cómo tú, aquí, con un nombre falso y aparentando no conocerme? ¿Qué quiere decir esa desconfianza? ¿Dudabas del placer que tendría en verte? ¿Por qué te has confiado á Tragomer y no á mi desde tu llegada?
Jacobo fué ciertamente muy indigno, muy traidor, muy cobarde. ¿Pero qué decir de usted que aprovechó su indignidad, su traición y su cobardía para arrastrarle á la perdición? ¡Quién sabe si no abusó usted de mi credulidad y no era el desgraciado tan culpable como usted quiso probarme! Ahora, Sorege, desconfío de usted, porque sé de lo que es capaz.
Oyó un doloroso suspiro; la puerta se abrió y se cerró tras él. Y la escalera le mostró su espacio vacío... Cuando Sorege volvió á su hotel después de la terrible velada en que Jacobo se apareció para confundirle, se sumió en una profunda meditación. No era hombre de perder el tiempo en sentimentalismos é iba siempre derecho á su objeto.
Pero él ha estado en América, ha pasado por San Francisco y atribuía gran importancia á no ser visto por mí y más, acaso, á no ser visto en compañía de Jenny Hawkins. Esa mujer es, pues, quien tiene la clave del secreto." Los convidados interrumpieron estas meditaciones. ¡Qué! El matrimonio de Sorege te infunde esa melancolía... Estás hecho un simple.
Palabra del Dia
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