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Actualizado: 7 de junio de 2025


Duerme de ignotas flores coronada Entre el aura por Dios magnetizada Cual ángel infantil, Para entreabrir tu vista adormecida Al soplo embalsamado de la vida, Que refresque tu cuerpo juvenil. Mas allá de ese sueño hay otra vida, Que como flor á todos escondida Te tu emanacion: Nueva tierra de América ignorada, Que en alas de la brisa perfumada Anuncia su existencia á otro Colon.

; no quién le fue con el soplo de que yo en la clase de Retórica citaba tus composiciones y se las hacía aprender de memoria a los niños y me llamó y me dijo muy hosco: «Amigo García, tengo entendido que se permite usted en clase hablar de los versos de un amiguito de usted y ponerlos nada menos que al lado de los grandes modelos literarios.

A pesar del ambiente diabólico que rodeaba su nombre, las tripulaciones lo recordaban con envidia en las grandes calmas, cuando el galeón permanecía inmóvil semanas enteras en un mar como un espejo, sin el más leve soplo de brisa.

Todo lo que la voz humana puede remedar lo remedan aquellas 8,000 gargantas de plomo, animadas por el alma misteriosa de la armonía y el soplo del aire espiritualizado por la magia del artista.

Sintiose un leve soplo de viento ábrego y la espesa capa del cielo comenzó a enrarecerse despidiendo tenue y escasa claridad, que hizo resaltar las siluetas de los soldados y los árboles y los enormes bultos de las montañas que cerraban el valle. El silencio en la comitiva era sepulcral. Los presos no cambiaban entre palabra alguna, devorando su rabia y tristeza.

Tal parecia como si escuchásemos el sublime, el inefable concierto del Sinay. Ya percibíamos la armonía de coros de voces infinitamente finas, infantiles, como si cantasen cien querubines invisibles desde las profundidades áereas de un mundo beatífico; ya sentíamos la queja lastimera, el gemido amante y profundo, el susurro vago, casi imperceptible, como un soplo del zéfiro.

La adoración de las montañas existe todavía entre nosotros más viva de lo que se la cree. Iba yo un día pacíficamente por un pendiente desfiladero, obstruído por piedras sueltas. Encallejonábase allí el viento y me daba de cara, trayéndome con cada soplo una niebla de lluvia y nieve medio derretida.

El ciego incontrastable torbellino rugiente se abatió sobre su casa, cual fuego intenso, destructor, sanguino, que al soplo misterioso del destino deja luto y horror por donde pasa. Sus mujeres las frentes doblegaron, sus hijos en sus cunas se extinguieron, los años con su peso le agobiaron, y ya débil en brazo, se agostaron los altos lauros que su faz ciñeron.

Débil por su fuerza física; pequeño como un humilde átomo en presencia de las montañas y los mares; nulo delante de la incomensurable majestad del cielo y de los mundos que lo pueblan; nacido con la herencia del dolor; perecedero en su forma como todo lo que existe en el mundo físico, el hombre ha recibido sinembargo una potencia que no tienen las montañas, el océano, las tempestades ni los astros: el ESPíRITU. Y esa sola potencia, que es el soplo de Dios, que es la fuerza suprema, que es mas que la luz y que la vida, porque es la esencia creadora, inmortal y divina, le ha bastado para descomponer y analizar y someter la luz, guiar la electricidad, esclavizar los vientos, poner á su servicio el fuego y la explosión, domar los furores del océano, escudriñar los secretos del cielo y de la tierra, producir la fuerza hasta lo infinito y suprimirla á su antojo!

El mar, el poderoso mar, quizá demasiado soberbio, no quiere que el hombre le señale. El hombre ha cambiado mil veces la faz de la tierra sembrando ciudades, cortando montañas, haciendo excavaciones inmensas, barrenando istmos: pues bien, la superficie del mar está hoy como al dia siguiente de haber brotado del soplo de Dios, y así estará hasta el último y postrero instante del mundo.

Palabra del Dia

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