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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Se perfiló con la espada al frente para entrar a matar, pero en el mismo instante creyó que la tierra temblaba, despidiéndolo a gran distancia, que la plaza se venía abajo, que todo se volvía negro y soplaba un vendaval de feroz bramido.
En una noche de noviembre, sombría y fría, el viento del NO. soplaba con violencia, y las altas olas del Océano iban a estrellarse contra los bancos de granito que cubren la costa de Pempoul, mientras que las puntas destrozadas de aquellas rocas tan pronto desaparecían bajo las olas como destacaban su fondo negro sobre una espuma deslumbradora.
Cuando entramos en mayor confianza, el profesor me manifestó secretamente que él también había escrito versos en su juventud, y que aún los escribía cuando le soplaba la musa, si bien nunca había osado publicarlos con su firma.
Un viento terrible que soplaba del Sur, caliente como si saliera de un inmenso horno encendido o como si atravesara por un desierto de fuego, corrió constantemente sobre el golfo de Carpentaria, retorciendo, como si fueran débiles cañas, los árboles que crecían alrededor del islote coralífero.
El domingo 26, en altura de 38 grados y 34 minutos, padecieron una turbonada de agua menuda, y el este-sud-este que soplaba, levantaba alguna marejada: y el lúnes siguiente 27, en altura de 38 grados y 36 minutos, sintieron extraordinario frio.
El instinto de conservación, siempre despierto, le soplaba al oído que bien podía esperarse un poco, que la tía, por ejemplo, ensayara el gran recurso que decía: reconquistado el pagaré, lo demás era cosa de poca monta; a Rocchio y comparsa se les pagaría o no, según las circunstancias, y por eso no había de dejar de ser él tan caballero y tan decente como el que más.
Abrió el paraguas, mas a los pocos pasos, el viento que soplaba huracanado en el Campo de los Desmayos se lo volvió. En la imposibilidad de cerrarlo y sintiéndose empujado violentamente por el huracán, el joven excusador se refugió en el negro, enorme portal de Montesinos. Nunca pasaba por delante de él sin sentir cierto estremecimiento de temor y curiosidad.
No sabía explicarse por qué oculta relación de las cosas la velocidad de la máquina le decía: «apresúrate, ven, que hay novedades». Pero luego llegaba y no había novedad ninguna, como no fuera que aquel día soplaba el viento con más fuerza.
El agua volvía a azotar a los del duelo en diagonales, que el viento hacía penetrar por debajo de los paraguas. Llovía a latigazos. Una nube negra, en forma de pájaro monstruoso, cubría toda la ciudad y lanzaba sobre el duelo aquel chaparrón furioso. Parecía que los arrojaba de Vetusta, silbándoles con las fauces del viento que soplaba por la espalda. Se subía la cuesta a buen paso.
El viento soplaba recio, haciendo rodar sobre la negra superficie del mar enormes olas que venían á estrellarse con fragor sobre la muralla. Cádiz, la más bella ciudad de la Bética, enclavada dentro del Océano, apoyándose en la tierra solamente por un brazo estrechísimo, vivía feliz y tranquila en las fauces del monstruo. El bullicio de sus calles llegaba á los oídos de nuestros jóvenes.
Palabra del Dia
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