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Es que usted, poeta dijo Maltrana , no conoce la poesía grandiosa que emana del dinero manejado por un hombre de genio. Todas las fantasías poéticas, por bellas que parezcan, resultan frías e infecundas, como los placeres solitarios. Es más hermosa la acción, el abrazo de los hechos, el estrujón carnal de la realidad.

Todo nuestro poderío no ha desaparecido, ni toda nuestra gloria, ni todo el prestigio de nuestro alto renombre, ni todo lo maravilloso que nos circunda, ni todos los misterios que moran en nosotros, ni todos los recuerdos que se prenden en nuestros flancos como un vestido, envolviéndonos con un manto que es más que la gloria! ¡Ved!; es noche de gala en estos últimos años solitarios.

Por los callejones transversales, obscuros y solitarios, venían bocanadas de brisa primaveral cargada de perfumes de jardín, de olor de naranjo, de aroma de las flores alineadas en tiestos tras rejas y balcones. Blanqueaba el azul del cielo con la caricia de la luna, que se desperezaba sobre el plumón de las nubes, avanzando el rostro entre dos aleros.

Después de aquel memorable día de Todos los Santos en que el médico vió a la niña enamorada de otro hombre, midió varias noches los salones solitarios de Luzmela con sus pasos automáticos y sonoros, y se agitó insomne y nervioso, muchas horas, en el monumental lecho de roble donde don Manuel de la Torre murió sin consuelo.

La niebla se hacía más espesa y la fachada de la Bolsa adquiría extraño aspecto, detrás de aquella cortina de tules; míster Robert creía ver en los huecos de las columnas, en el borde de las cornisas y sobre el marco de puertas y ventanas, urnas cinerarias y fúnebres inscripciones, antorchas volcadas y figuras de buhos solitarios, el conjunto, en fin, de las tristes alegorías de los comenterios.

Llegó al fin la ruina, y tras la ruina vino luego el abandono, los largos días solitarios, esperando en vano una carta mil veces contestada antes de ser escrita, aguardando siempre la demanda de un perdón ya de antemano concedido, acostándose con la agonía de despertar... de despertar al día siguiente para hallarse de nuevo sola, ¡sola!, en la arena del combate y del dolor, preguntándose a misma como el infortunado Delfín de Francia a su madre María Antonieta: ¿Hoy es todavía ayer?... ¡Y el ayer era siempre hoy, el ídolo era ídolo siempre!...

Es curioso ver el contraste que forman allí los acicalados dandys ingleses con los paisanos berneses, y los vestidos encantadores de las hijas del país, llenos de gracia, candor y originalidad, con los ampulosos y espléndidos trajes de seda ó de ricos linones que arrastran allí las leonas de Lóndres y Paris, barriendo el suelo con sus colas pontificales, y ofreciendo al viento de los nevados solitarios materia para trabajar con brio en las monumentales crinolinas.

El senador, que había escrito versos en su juventud y hacía poesía oratoria cuando inauguraba alguna estatua en su distrito, vió en estos solitarios de la montaña, ennegrecidos por el sol y el humo, despechugados y arremangados, una especie de sacerdotes puestos al servicio de la divinidad fatal, que recibía de sus manos la ofrenda de las enormes cápsulas explosivas, vomitándolas en forma de trueno.

Esta aldea no está separada de aquella en que he visto a Eulalia más que por una colina en la que crecen diferentes árboles y atravesada por innúmeros senderos. Sea predilección, sea casualidad, mis solitarios ensueños me conducen siempre a una linda explanada tapizada de fresco musgo y sobre las que robustos arcos forman una bóveda sombría y rumorosa.

Y Atilio, que buscaba las ocasiones de estar cerca de ella en el Casino, ó exageraba la belleza de ciertos lugares para inducirla á paseos solitarios, huía apresuradamente ante estas palabras, en las que adivinaba un insulto. Luego, al verse en Villa-Sirena, su amorosa sumisión se convertía en hostilidad para los demás.