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Manda á las esposas, á las hijas y á las mugeres de los creyentes, que cubran con un velo su semblante. Será demostracion de su virtud y preservativo contra los rumores del público. Dios es indulgente y misericordioso. »Vuestras esposas pueden andar descubiertas en presencia de sus padres, de sus hijos, sobrinos, mugeres y esclavos. Temed al Señor, que es testigo de todas vuestras acciones.

Le aburrían las tertulias de familia en su casa y en la de sus parientes; las conversaciones con tíos, primos y sobrinos sobre ganancias y negocios ó sobre los defectos de la tiranía centralista. Según ellos, todas las calamidades del cielo y de la tierra procedían de Madrid. El gobernador de la provincia era el «cónsul de España».

Generalmente era en extremo altiva y fría, crítica terrible que tenía en la punta de los dedos los nombres de las primas, tías y sobrinos de todo el mundo. La verdad es ésta prosiguió.

Cura de misa y olla nada más; pero ¡lo que he trabajado en esta vida! ¡y lo que me queda que penar!... Mi cuñado es infeliz, un buen hombre, que no sirve para nada, y yo tengo que mantenerlo, y a la pobre viejecita, y a mi hermana, y a todos los sobrinos, que se creen superiores a los demás del pueblo porque cuentan con un tío cura.

El talabartero contemplaba en su imaginación las grandes riquezas que iba a ganar Gallardo, y pensaba igualmente en los cinco hijos que tenía y los que iban a venir seguramente, pues era hombre de una fidelidad conyugal incansable y prolífica. ¡Quién sabe si lo que ganase el espada acabaría por ser de sus sobrinos!... Durante año y medio, Juan mató novillos en las mejores plazas de España.

Además, los niños del talabartero, aquellos sobrinos que suplían cerca de ella el vacío de la infecundidad, necesitaban para su salud el aire del campo. Vivía en su casa de la ciudad, sin otra compañía que la de Garabato, llevando una existencia de soltero, que le permitía completa libertad en las relaciones con doña Sol. Creía aquella época la mejor de su vida.

Pero no me era grato saber que mi hermana pasaba apuros y estrecheces, casi totalmente arruinada por su marido, y a menudo le mandaba reservadamente algunas cantidades como regalo para mis sobrinos, a quienes apenas conozco.... Calló don Manuel y se quedó abstraído breve rato.

¡No faltaba más, sobrinos!, no faltaba más sino que os parezca asunto de risa tan descarada insolencia, tal desprecio de las gentes. ¡Reíos, reíos!, ya veremos si se reirá también tu recomendado. Dijo, y se salió de la pieza tan denodadamente como en ella había entrado, con dirección a la policía. Rita se desternillaba de risa.

Por esa cuenta dijo Rita , José María podía ser noble y algo más, grande de España de primera clase. ¡Qué amigos de contradecir son mis sobrinos! exclamó la marquesa con alguna impaciencia. Pues bien: , señorita. José María podía ser noble si no fuera ladrón. Ya que se trata de José María dijo Rafael , voy a contar a don Federico un rasgo de valor de aquel personaje. Lo de buena tinta.

Sus padres habían muerto, pero ya se encargaron de recordarle la patria y todas sus miserias el enjambre de primos, hermanos y sobrinos que cayeron sobre él tan pronto como circuló por el lugar la nueva de que hacía fortuna y tenía una tienda en el Mercado. Llegaban en grupos, escalonando sus viajes por meses, cual hordas hambrientas que con la mirada querían devorarlo todo.