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Parece que se orientan por el tacto, o por el oído, que se les supone agudísimo. En cambio, no tienen o se cree que no tienen olfato o que, de tenerlo, es muy imperfecto. Y ahora ¡vamos, muchachos, que el pan nos espera! ¿Dónde? le preguntaron sus sobrinos. Pronto lo encontraremos.

Lewis, que había bebido mucho en la mesa, recordando al hablar del juego la inutilidad de su vida, cayó de pronto en una tristeza densa, de ebrio melancólico y digno. Dos sobrinos míos murieron en la batalla naval de Jutlandia. Seis hijos de mi hermano han muerto en Francia en una sola tarde: pertenecían al mismo batallón. Todos jóvenes, animosos, deseando hacer algo.

Todo sea por Dios se dejó decir Nicolás suspirando . Peor lo pasó Jesús, que pidió agua y le dieron hiel. Mascando el último bocado, salió Maximiliano para irse a clase, llevando la carga de sus libros, y mucho después almorzó Juan Pablo solo. Aquellos almuerzos servidos a distintas horas molestaban mucho a doña Lupe. ¿Se creían sus sobrinos que aquella casa era una posada?

¡Oh!... ¡Si aquello le hubiese sucedido a él veinte años antes, cuando en un solo día hizo sesenta y nueve visitas para anunciar el primero aquel famoso casamiento que alistaba en el número de sus sobrinos a Luisito Bonaparte, el conde consorte de Teba!

Un criollo bastonero era inconmovible, y, sobre todo, tenía demasiada admiración por las elevadas funciones que desempeñaba para entrar en familiaridades con nadie. ¡Baste decir que ni a sus sobrinos tuteaba en esos momentos, por no rebajar su autoridad!

Si lo vuelven á repetir, los corro á rebencazos... ¡Insultar así á un grande hombre! Esta descendencia rubia la toleraba, pero sin permitirle ninguna intimidad. Desnoyers y su esposa tomaban la defensa de sus sobrinos, tachándole de injusto. Y para desahogar los comentarios de su antipatía buscaba á Celedonio, el mejor de los oyentes, pues contestaba á todo: «, patrón.» «Así será, patrón

Celebrado el casamiento y hecho en regla el traspaso de la droguería, el viejo droguero cedió hasta la habitación a sus sobrinos, y se largó a su tierra, en la Rioja, a disfrutar las primeras vacaciones que había logrado en su vida, perfectamente libre y descuidado.

En aquellos días, amados hermanos míos, desempeñaba una de las principales direcciones de Hacienda, y aun se le indicaba para ministro. En los mismos días veríais repartidos por toda la redondez de la Península número considerable de funcionarios que por llevar el claro nombre de Pez, manifestaban ser sobrinos, primos segundos, cuartos o séptimos, o siquiera parientes lejanos de D. Manuel.

Lo único que ponía en duda era la caballerosidad y la disciplina de aquellas tropas en las que figuraban sus sobrinos.

¡Vamos, muchachos! dijo Van-Stael a sus sobrinos. Embarcaron todos en la otra chalupa, los chinos empuñaron los remos y se dirigieron a tierra. En pocos minutos llegaron a la playa, sorteando las peligrosas escolleras que rodean la costa, contra las cuales se rompe el oleaje con roncos mugidos, produciendo gran resaca. ¡Alto! dijo Van-Stael antes de que la chalupa tocase en la orilla.