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Actualizado: 16 de junio de 2025
Octavio sintióse aún más lisonjeado por estas palabras que por el buen sitio que la condesa había otorgado á su clavel, y mientras caminaban en dirección á la huerta se enredó en un laberinto de explicaciones metafísicas sobre las diferencias y afinidades que existen entre la galantería, el amor, la amistad, la simpatía, etc., etc.
El joven se encolerizó al pensar en la misteriosa fortuna de la avarienta trapera. El era su nieto, y sufría hambre teniendo derecho a una parte del tesoro oculto. Sintiose de pronto animado por una firme resolución. Iría a visitar a la Mariposa, aprovechando la ausencia de Zaratustra.
¡Gran Dios! ¿qué había hecho él para padecer tanto? ¿No era un hombre bueno?... Sintióse cada vez más anonadado por el dolor. Allí se quedaría clavado en el ribazo; podían venir sus enemigos: no tenía fuerzas para coger la escopeta caída á sus pies. Resonó en el camino un lento campanilleo, poblando la obscuridad de misteriosas vibraciones.
De pronto, Jaime sintióse empujado por una fuerza irresistible. El gran cráneo le sonreía burlonamente, «Tú también: ¿por qué resistirte a tu destino?» Y se encontraba adosado a la rueda, confundido con aquella humanidad crédula e infantil, pero sin el consuelo de su dulce engaño.
Febrer sintióse alegre por su buena suerte.
Gallardo se estremeció de emoción al anunciarle un día su apoderado que doña Sol acababa de llegar sin que nadie la esperase. El espada fue a verla inmediatamente, y a las pocas palabras sintiose intimidado por su fría amabilidad y la expresión de sus ojos. Le contemplaba como si fuese otro.
La noble doña Elvira, que hacía gala a cada momento de sus ilustres ascendientes, sentía cierto escozor al recordar esta historia; pero tranquilizábase pronto, pensando que una parte de la gran fortuna la dedicaba a Dios con sus generosidades de devota. La muerte de don Pablo fue para ella una solución. Sintiose más libre de preocupaciones y remordimientos.
Apenas salieron la madre y la hija, Carmen oyó que Julio aullaba en su dormitorio, y temiendo que saliera a asustarla desde algún rincón con sus ojos crueles, bajó al zaguán y se puso a escuchar el silencio de la tarde. Sintióse a poco, por el jardín adelante, un rumor de palabras. Sobre la dura voz de Narcisa y la chillona de su madre, otra, sonora y firme, se alzaba risueña.
Cuando a mediodía quedó solo Febrer, sintióse poseído de un deseo belicoso, de una agresividad que le hizo mirar durante largo rato el trozo de muro del que pendía la escopeta. Al pie del promontorio, en la playa donde estaba varada la barca del tío Ventolera, sonó la voz de éste cantando la misa. Febrer se asomó a la puerta, llevándose las dos manos a la boca en forma de bocina para gritarle.
Obdulia solía responderle con oportunidad y con gracia, dejándole no pocas veces amoscado; pero la preocupación que ahora la embargaba le impidió tomar nota de sus palabras y darles su merecido. Antes de terminar la cena sintiose indispuesta y tuvo que salir a otra habitación y arrojó cuanto había comido. A los postres llegó D.ª Serafina Barrado con su capellán y mayordomo.
Palabra del Dia
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