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Actualizado: 10 de noviembre de 2025
El cual, por lo demás, andaba de puntillas, sin tropezar en nada; y hasta consiguió taparla, sin que ella lo sintiera, un poco de la espalda blanquísima, por donde estaba cogiendo frío. Era en casa de su Serafina el mismo galán fino, pulcro, suave y mañoso que cuidaba a su mujer, a su tirano, como las manecitas negras de los palacios encantados.
Para Rafaelito y las hermanas, todas las alianzas eran medianas; pero tratándose del hijo de Melchor Peña, el tendero del Mercado, todo resultaba bien. Podía casarse con una criada de la casa, sin que doña Manuela sintiera un leve roce en aquella susceptibilidad tan despierta para los otros hijos. La buena señora llegó por fin a darle a entender con palabras sueltas lo que él se recelaba.
Si él se sintiera con fuerzas bastantes, sería de ellos; ingresaría en el batallón audaz que, guiado por Morte, marchaba de jugada en jugada a la conquista de los millones; y decía esto con la fiebre de explotación adquirida en la tienda oyendo a los bolsistas, fiebre que comunicaba a las dos mujeres, que le escuchaban como un oráculo.
El tendero había preparado petardos y los bomberos, igualmente aptos para apagar que para encender, se habían encargado de las bengalas que debían iluminarlas arboledas del jardín. El salón pequeño había sido prudentemente reservado por la señorita Guichard para el caso de que alguien se sintiera fatigado ó indispuesto en medio de aquellos regocijos, y allí fué á donde ella se dirigió.
Corrió por sus venas una sensación de frío cual si se sintiera próxima a la muerte; pero al instante fue substituida por otra de calor intenso que la hizo sudar por todos los poros del cuerpo. Comprendía vagamente que se estaba efectuando un adorable misterio a su vista, y un santo temor la sobrecogió.
Cuando recordaba cuán estrecha había sido nuestra amistad, me quedaba sorprendido, y hasta un poco disgustado, de ver que me había ocultado la existencia de estos dos hombres. Por mucho que sintiera tener que pensar mal de un amigo muerto, no podía evitar que me asaltara la sospecha de que su relación con estos individuos formaba parte de su secreto, y que este último era algo deshonroso.
¿Quién se arrojó a tus pies, que no sintiera la pasión sosegarse que le agita? ¿Quién no halló en ti la calma verdadera que anhela el pecho que de amor palpita? ¿Quién no querrá abrazarte, oh Cruz bendita? ¿Quién morirá, si en tu virtud espera, hacecillo de mirra regalado, que nos dejó en recuerdo nuestro amado?
Pero yo, si en ella no sintiera algo acorde con la pasión mía, creo que desistiría. No, no quieras decirme nada. Desprecio tu consejo... ¡La que no dejará entrar a otra mujer en tu corazón es Adriana! Sí, no he de negártelo. Bueno, todo esto carece de importancia. Tú y Castilla y todo el mundo están en la misma situación. Contigo hará lo que hizo conmigo.
Era un espectáculo encantador el de aquellas jóvenes de trajes cortos y claros, moviéndose flexibles y graciosas en aquel cuadro alegre. Se jugó durante un buen rato; luego, como se sintiera el fresco de la tarde, la señora de Blandieres propuso ir hasta la playa a admirar la puesta de sol, famosa en Etretat.
Y entonces no habrá quien me tosa... ¡Oh!, si no lo sintiera aquí dentro, yo y tú seríamos iguales, tan loco el uno como el otro, y entonces sí que debíamos matarnos. Oíase el run run de las despedidas de doña Silvia y Rufinita en el pasillo. A poco entró la de Jáuregui, y viéndola su sobrino, se volvió al sofá, dejando a su mujer en pie en medio del cuarto.
Palabra del Dia
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