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Actualizado: 18 de junio de 2025


El donante adoptaba un continente lúgubre y siniestro, y Joaquinita se asustaba, pensando que podría haber reyerta al salir de la tertulia. A su vez, ellos procuraban introducir la discordia entre las hermanas, dedicándose ora a una, ora a otra. Venían los consiguientes líos y desabrimientos, y en esto se divertían.

En sus meditaciones de niña temblaban los pensamientos chocando unos con otros, doloridos, ante el cuadro siniestro de aquel hogar. A menudo, una compasión inmensa flotaba benigna en el espíritu generoso de Carmen, preguntando: ¿acaso estos pobres no han heredado la maldad y locura?... ¿Son ellos responsables de ser locos o de ser malos?...

Y cuando no se oyeron ni los pasos ni la voz del tío, y el joven se vió solo, frente al río que arrastraba sus aguas negras, en medio de la obscuridad, con rumor siniestro, desprendió el chaleco, abrió la camisa, y sobre la piel que despedía el dulce calor de la vida, colocó la boca del arma, en el sitio en que sus dedos vacilantes, sintieron agitarse más el corazón... Salió el tiro, la sangre tibia brotó mansamente y Quilito experimentó un escozor vivísimo... pero la vida no quería soltar su presa, porque él veía, pensaba, sentía aún.

En una palabra; don Braulio lo hizo tan perfectamente que no despertó en el ánimo de doña Beatriz ni de su linda hermanita la menor sospecha de que su inesperada y súbita determinación pudiese tener por causa un pesar acerbo, ni por móvil y propósito nada de siniestro ni de trágico.

Rocchio, inmóvil, sentía que aquel número siniestro, 350, le apretaba la garganta, le ahogaba; toda la cólera de que en el día había hecho provisión, y que hacía hervir su sangre, iba a descargarla sobre aquella cifra, nuncio fatal de su ruina.

Yo no creí prudente intentarlo; pero fui hacia allá, codeando a diestro y siniestro, cuando al llegar junto al teatro, ante cuyas puertas se agolpaban masas de gente y no pocos coches, sentí que vivamente me llamaban, diciendo: Gabriel, Araceli, Gabriel, señor D. Gabriel, Sr. de Araceli. Miré a todos lados, y entre el gentío vi dos abanicos que me hacían señas y dos caras que me sonreían.

, marcharme. ¡Usted se va! continuó con otro movimiento que tenía algo de salto y poniendo siniestro brillo en sus ojos. , naturalmente. Al oír esto, la devota, con instantánea fuerza, le asió con su mano convulsa el brazo, y estrechándole violentamente, dijo: No, ¡no se irá usted! En el mismo momento en que esto decía, se sintió que abrían la puerta de la calle.

Es imposible que entre tantos suplicios imaginados haya uno solo comparable al que yo padecí en aquel terrible instante. Espantábame el siniestro resonar de aquella afrentosa pregunta en una boca tan casta; pero aún me atormentaba más la vergüenza de merecerla.

Un siniestro presentimiento me asaltó. ¿Dónde está Marta? exclamé adelantándome hacia él. No lo . Se hubiera dicho que cada una de las palabras que pronunciaba iban a ahogarlo. Ni siquiera me dio la mano. Papá salió detrás de él. Mamá se había levantado y los tres se quedaron allí parados, estrechándose las manos como en un entierro. ¿Dónde está Marta? grité otra vez.

En esto, el de los caracoles se había sentado junto a Frasquito, y con su mirar siniestro era el terror de los parroquianos que les rodeaban. «Puesto que usted se dedica al corretaje de anuncios, ¿podría indicarme una buena casa de huéspedes?... Precisamente hoy he hecho dos... Aquí las tengo en mi cartera para Imparcial y Liberal.

Palabra del Dia

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