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Subiendo por la costa tajada y por el ya obscuro jardín, dejóse oir un primer chillido siniestro, estridente, de ave nocturna. Pero la pajarera de refugio estaba perfectamente cerrada, durmiendo los pajaritos la cabeza bajo el ala. No obstante, quiso asegurarse por misma la señora y vió que no había peligro. Entonces, escapóse un suspiro de lo hondo de su pecho y abrazó fuertemente á su hijo.

El recuerdo de la lámpara ocupaba su imaginacion; dentro de dos horas tendría lugar la gran catástrofe y, al pensar en ello, le parecía que los hombres que desfilaban delante de sus ojos pasaban sin cabeza: tuvo un sentimiento de feroz alegría al decirse que, hambriento y todo, aquella noche iba él á ser temible, que de pobre estudiante y criado, acaso el sol le viera terrible y siniestro, de pié sobre pirámide de cadáveres, dictando leyes á todos aquellos que pasaban delante en sus magníficos coches.

Herida no tenía, y por fortuna tampoco sufrió golpe de cuidado en la cabeza, porque conservaba su conocimiento, y en cuanto le pusieron en pie empezó a dar voces, rojo como un pavo, apostrofando al carretero que, según él, había tenido la culpa del siniestro.

Actualmente me alegro de volver á encontrar el «gran agujero» y hasta me atrevo á descender por él aunque para ello tenga que asustar á los animales que se refugian en su maleza. Pero en otro tiempo, ¡con qué horror mirábamos, cuando niños todavía, se cruzaba en nuestro camino este siniestro pozo en cuyo borde se detenía el arado!

A veces su silueta se desvanecía entre los árboles, y entonces de pie, aterrado, hasta que su sombra salía de las tinieblas... Hacía algunos minutos que lo perdiera de vista; de pronto un relámpago siniestro iluminó los vidrios del taller, y el ruido de una detonación rasgó el silencio de la noche. La triste esposa extendió los brazos, dio un grito y cayó desplomada.

Entonces murió el viejo: heredóle su hijo don Baltasar, padre de Salomé; y con ésta, cuya belleza era notable, había formado el padre proyectos matrimoniales que remediaran la ruina que ya le amenazaba. El pleito comenzaba á aparecer formidable, siniestro, terrible, como un monstruo de múltiples miembros; habíase apoderado de la casa, la estrechaba, la devoraba, la consumía.

Lleno de terquedad, no volvió a su pueblo; se fue primero a probar fortuna en tierras extrañas, viajando a diestro y siniestro por montes y por valles. Y después, al cabo de tres semanas, reconociendo que, a pesar de la presencia de la hija del molinero de Lehnort, la vida era mil veces más bella en el molino de Felshammer que en cualquier otra parte, emprendió alegremente el camino a su pueblo.

Montaron en sus jamelgos, y al echar a andar vieron que de una casa próxima al puente de Iraeta salía un coche arrastrado por cuatro caballos. El coche comenzó a subir el camino de Cestona al trote. Este trozo de camino, desde Iraeta a Cestona, pasa entre dos montes y tiene en el fondo el río. De noche, sobre todo, el tal paraje es triste y siniestro.

Pero es una cosa enorme... que yo no quisiera creer..., que no la creo respondió estremeciéndose; y en seguida, con un timbre de voz indefinible, porque me sonaba a todo lo siniestro, desde la maldición hasta el quejido, preguntome, con sus ojos anhelantes fijos en los míos asombrados : Dime, madre, ¿es verdad que eres... mala?

Y hay que volver al siniestro paseo por la enorme ciudad solitaria... Las luces brillan mortecinas; un perro aúlla en la lejanía. Y cuando, golpeada la tercera puerta, nos han abierto, yo he bajado de la tartana perplejo y asombrado. , que hay habitación.