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Actualizado: 6 de mayo de 2025


En cambio, la expresión cinematográfica puedo proporcionar á la novela la universalidad de un cuadro, de una estatua ó de una sinfonía. Los rótulos del film y la necesidad de traducirlos representan poca cosa en esta clase de obras. Lo importante es la imagen vivida, la acción interpretada por seres humanos, valiéndose del gesto, que ignora el estrecho molde de las sílabas.

Y ahora ¡vive Dios! iba adquiriendo realidad la dichosa sinfonía de colores; ya no era una frase huera y sin sentido, porque todo parecía cantar, la vega y el Mediterráneo, los montes y el cielo. ¡Qué delicioso era el anonadamiento del poetilla, apoyado en la balaustrada, sintiendo en su rostro el fresco viento que tantas cabriolas hacía dar a las cometas de papel...! Allí estaba la sinfonía, una verdadera pieza clásica con su tema fundamental... y él percibía con los ojos el misterioso canto, como si la mirada y el oído hubiesen trocado sus maravillosas funciones.

En las charcas del río, las ranas comenzaban a templar sus instrumentos de dos notas para la interminable sinfonía de la noche; en la inmediata carretera sonaba el chirrido de los carros. La humedad del sombrío arbolado empapaba las ropas de Juanito, adormeciéndole.

La palabra catalexis se oía de cuando en cuando como tema de aquella alborotada sinfonía y servía de incentivo para avivar el estruendo y la algazara. ¿Y qué es la catalexis? dijo con voz de trueno el Sultán al ver pavonearse de vanagloria al inventor de la palabra, y que con ella quedaban las cosas como antes y la Sultana tan enajenada y en peligrosa situación.

A su vuelta de la gran guerra había visto el mundo transfigurado. Todo le parecía más hermoso; las cosas adoptaban nuevas formas; el aire cantaba junto á sus oídos, agitado por las vibraciones de una sinfonía interminable.

Para que ningún humano oído quede en estado de funcionar al día siguiente, añaden al tambor esa invención del Averno, llamada zambomba, cuyo ruido semeja á gruñidos de Satanás. Completa la sinfonía el pandero, cuyo atroz chirrido de calderetería vieja alborota los nervios más tranquilos.

No era todo hacer calceta ni colchas de crochet: también se rendía culto a la música. El P. Norberto era organista de la iglesia, y aunque conocía poca música profana, algunos nocturnos tocaba, y cuando no, acompañaba al P. Narciso, que entre sus múltiples habilidades tenía la de tocar en la flauta dos o tres pavanas y la sinfonía de Juana de Arco.

Comía solo o en compañía de su hospedero, el señor Princetot, un hombre de rostro sonrosado, de mirada llena de malicia y cuya conversación giraba invariablemente sobre los vinos que almacenaba en su bodega, para revenderlos luego lo más caro posible a los pequeños comerciantes de la montaña. En esa gris y tristísima sinfonía del fastidio, daba la hospedera una nota única de color y de alegría.

Ahora la mirada del príncipe era de piedad. «Está loco», parecían decir sus pupilas. Esta tarde, mi orquesta continuó me ha hecho conocer una nueva sinfonía, algo que no había oído nunca. Mientras ganaba dinero, no pensé una sola vez en . Nada de palacios, ni de yates, ni de fiestas. Pensaba únicamente en «la Generala», y pensaba con verdadero odio, deseando vengarme de ella.

Una noche conocí a Wagner, pero sin tapujos, como quien dice en su propia salsa. Vestido con ropas de un violinista amigo que algunas veces toca en las fiestas de Toledo, La Walkyria en el paraíso del Real. Otra noche asistí a un concierto. La gran noche, Gabriel, ¡como quien dice nada! La Novena Sinfonía de este tío feo, de este sordo mal genio que está escuchándonos.

Palabra del Dia

bagani

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