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Actualizado: 19 de mayo de 2025


Las leyes históricas de atracción parecen dibujar una solución mirada con ojos simpáticos a ambas márgenes del inmenso estuario común, pero que ningún gobierno argentino provocará por medios violentos.

Es claro que el maquinista no me informará sobre el estado de relaciones entre el Japón y los Estados Unidos, en las que, por otra parte, no me intereso, porque no me importa; pero a me complace mucho estar con los tipos que me son simpáticos y de todos los hombres de trabajo ninguno lo es tanto para como el maquinista de ferrocarril. ¡Puede ser!... , Ricardo, lo es.

Al cabo concluyó por reirse. ¡Pero esto es estúpido! ¿Qué mosca os ha picado? Y acercándose con decisión a Socorro, le dió un beso sonoro en la mejilla. Besémonos, hija, porque si no temo que a estos chicos simpáticos les un ataque de nervios. La Socorro le pagó el beso con otro más tímido, manifestándose reservada y circunspecta.

La locura, poetizada y llamada de amor en la reina Doña Juana, se diría que como afección nerviosa, más o menos latente, se transmite por herencia a casi todos los individuos de la familia, hasta que se manifiesta por último con todo el carácter de notoria imbecilidad en el rey Don Carlos II. Por muy simpáticos, heroicos o virtuosos que sean algunos personajes, siempre se trasluce en ellos algo, y a veces mucho, de insano y desequilibrado.

El dinero se mostraba alguna vez en ciertos autores, pero como un accesorio, como un telón negro para que se destacasen mejor las figuras de los personajes simpáticos. El amor, con sus combinaciones y conflictos innumerables y siempre iguales, era el que llenaba por entero libros y comedias.

Los tres oyentes asintieron, reconciliados de pronto con él. ¡Estos hombres de pluma!... ¡Qué simpáticos cuando no se metían en negocios!...

Quise ver más, pero los jinetes hicieron caracolear sus caballos; las primeras hileras de la columna aparecieron, y apenas llegó a mi oído el eco de una proclama de acentos olímpicos pero simpáticos que se extinguía en el estruendo unísono de un aplauso tributado por veinte mil manos. Yo aplaudía también y batía palmas. ¿Por qué aplaude me dijo Alejandro, de mal humor, si no oye nada?

Ya está el hatillo hecho; ya nada falta; ahora, á dormir, que la noche va muy de vencida y hay que madrugar. Y á la mañana siguiente todos se reúnen en la estación: ellas locuaces y nerviosas, ellos simpáticos, con sus semblantes afeitados y sus sombreros blandos de fieltro; y todos alegres, por efecto de la costumbre que tienen de fingir. ¿Vámonos? Vámonos. Suenan un silbido y una campana.

Marianela no dijo adiós a nada, y como en la casa no estaba a la sazón ninguno de sus simpáticos habitantes, no fue preciso detenerse por ellos. Florentina salió llevando de la mano a la que sus nobles sentimientos y su cristiano fervor habían puesto a su lado en el orden de la familia, y la Nela se dejaba llevar sintiéndose incapaz de oponer resistencia.

Lo que Agapo no se atrevía a decir, es que él era el protector de aquellos amores contrariados, el correo de gabinete entre los dos tórtolos; su buen corazón no había podido resistir al ruego de Quilito... y a la propina de dos pesos por carta, enternecido ante la desgracia que separaba a sus sobrinos más simpáticos y que más quería.

Palabra del Dia

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