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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Cuando entró se inclinó respetuosamente, y su semblante tomó la expresión más humilde y servicial del mundo. Sin embargo, todos sus esfuerzos y toda su servil experiencia de cortesano no bastaron para borrar de su semblante cierta expresión de profundo disgusto, de ansiedad, de molestia y de un malestar doloroso.

No obstante, y aunque hubiese adoptado las ideas del gitano, esto no era en él la pálida y servil parodia de aquel carácter singular; pero este carácter resumía a sus ojos todos los rasgos que hacen al hombre superior, y lo copiaba como una bella alma copia a la virtud.

Y aquí terminaron sus relaciones con el consejero y su grupo. Los comerciantes, al verse cada vez más próximos á su patria, se iban despojando del servil deseo de agradar que les acompañaba en sus viajes al Nuevo Mundo. Tenían, además, graves cosas de que ocuparse. El servicio telegráfico funcionaba sin descanso.

21 Y convocaréis en este mismo día; os será santa convocación; ninguna obra servil haréis; estatuto perpetuo en todas vuestras habitaciones por vuestras edades. 22 Y cuando segareis la mies de vuestra tierra, no acabarás de segar el rincón de tu campo, ni espigarás tu siega; para el pobre, y para el extranjero la dejarás. Yo [soy] el SE

Creo que veria en aquel payaso un artificio servil y grotesco; un buen humor que no haria las mejores migas con el respeto que nos debemos por nuestra propia dignidad. Esta es la palabra, á mi modo de ver. Me parece que los españoles somos más amantes de nuestra dignidad.

Esto me recuerda una de las más bellas escenas de Schiller, cuando don Carlos, siendo niño, quiere en vano obtener la amistad de Posa, niño como él, y choca con el frío respeto que es debido «al hijo del rey», hasta el día en que, para vencer su orgullo, se denuncia en su lugar como autor de cierto atentado contra la dignidad de Felipe, y recibe el castigo servil destinado al que resulta al fin su amigo.

Por una parte, el soldado licenciado, suponiendo que vuelva sano y cabal, trae los hábitos de mando altivo ú de obediencia servil, las tradiciones de la taberna militar, las costumbres y el lenguaje libre de los cuarteles y campamentos, el desprecio por el trabajo pacífico y la tendencia á la holgazanería y las querellas ruidosas.

Lerma, á quien la cólera hacía audaz, se acercó á la mesa real, tomó la campanilla de oro, y la agitó como si hubiera estado en su casa. Se presentó un gentilhombre. ¿Qué manda vuestra majestad? dijo sin reparar, en su servil apresuramiento, que el rey no estaba en la cámara. No, no es su majestad quien llama dijo Lerma mordiéndose los labios . Soy yo.

Palabra del Dia

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