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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Y el Esclavo-Montaña pues al separarse Flimnap de él había dejado de ser gentleman se sumió otra vez en su resignación servil. Durante la noche tampoco podía pensar en fugarse. Las máquinas aéreas enviaban de vez en cuando la luz de sus faros sobre el cuerpo de Gillespie, interrumpiendo su sueño. Además, los hombres que preparaban su comida dormían en torno de él.

Circunspecta por carácter y posición, no hablaba nunca más que para responder con breve urbanidad a las preguntas que se le dirigían, y obedecía, si no con paciencia, al menos con calma imperturbable las con frecuencia mortificantes órdenes y tiránicos caprichos de la baronesa: un imperceptible vertical pliegue entre los dos arcos de sus cejas, que se acentuaba algunas veces bruscamente, podía sólo dar testimonio de la secreta repugnancia que le causaba su casi servil situación.

Junto a Granada, sobre el Genil, decíale, tenía una casa toda blanca como su cuerpo, con una puertecita roja para él, sólo para él; y reía con una risa servil, lasciva, y cuasi llorosa. Cierta vez, al acompañarle hasta la ventana, Gulinar, la vieja morisca, le manifestó que una genia, surgida del agua de la alberca, le había revelado lo que pasaba por él.

Egoísta hasta la brutalidad, era derrochador para sus placeres y tacaño feroz cuando se trataba de las necesidades de los demás. Encontró ridículos los gustos aristocráticos de su esposa, y los suprimió despóticamente. Vendió el carruaje y los caballos, y doña Manuela, que tan exigente se mostraba en materia de ostentación con su primer esposo, acató servil y gustosa las órdenes del segundo.

¡Las cuatro! ¡La comida! me dijo una voz de criado, una voz de entonación servil y sumisa; en el hombre que sirve hasta la voz parece pedir permiso para sonar.

En un santiamén recogió los naipes, y el capellán bajó, algo confuso de su espionaje involuntario, pero tan preocupado con lo que creía haber sorprendido, que ni se le ocurrió censurar el ejercicio de la hechicería. La bruja, empleando el tono humilde y servil de siempre, se apresuró a explicarle que aquello era mero pasatiempo, «por se reír un poco». Volvió Julián a su cuarto agitadísimo.

Así vivían, satisfechos de su nueva situación, participando de la pobreza y las esperanzas de todo aquel rebaño servil, que escuchaba á Ra-Ra como á un apóstol. El doctor era el encargado de cocinar y también de limpiar la choza en que vivían, encontrando un placer original en el desempeño de estas funciones que habían pertenecido á su sexo en tiempos tan remotos que ya estaban olvidados.

No en copia servil te arrojes por la senda que otro explora: con la pluma de tus hechos escribe una nueva historia. Madrid, 1880. Nació Alejandro; su potente lanza, al ronco grito de incesante guerra, cubrió de luto y ruinas y matanza cuanto entre el Ister y entre el Sindh se encierra.

Recordaba con rabia la dependencia servil con que el interés y la gratitud le tenían ligado al cacique, el yugo antinatural que le había impuesto su hija, los desdenes que Juanita le había prodigado y los favores con que a don Andrés regalaba.

La regularidad servil por otra parte tampoco fué precepto indeclinable en los buenos tiempos antiguos; la han exagerado los adocenados artistas modernos para suplir la falta de genio inventivo y salir del paso con cómodas imitaciones á regla y compás.

Palabra del Dia

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