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Actualizado: 17 de junio de 2025
Usted sabe que yo pinto, ¿verdad? Pinta unos cuadritos que parecen música; todos llenos de una luz que sube; con muchos ángeles y serafines. ¿Por qué no nos enseñas el último, Ana mía? Es lindísimo, Pedro, y sumamente extraño. ¡Adela, Adela! De veras que es muy extraño. Es como en una esquina de jardín y el ciclo es claro, muy claro y muy lindo.
Pero me ha prometido que en cuanto llegue mi mujer y se arroje en mis brazos, formidable estruendo rasgará las nubes, y una bandada de alados serafines bajará para llevarnos, a Matilde y a mí, al paraíso. A MARGARITA DE LA PE
Las facciones muy graciosas y menudas, sin mezquindad, formaban una fisonomía móvil y animada, como la de aquellos serafines de Goya, inspirados en los rostros picarescos de las hijas del pueblo.
Un poco cansado de tanto cavar, Peñálvez hizo una pausa y miró al cielo. Muy alto, bajo las nubes algodonosas, pasaba una larguísima bandada de pájaros blancos, volando con majestad de serafines. Luego, bajó la vista, y vio que, en la maleza, daban su alegre nota las flores de los ceibos, rojas de un rojo húmedo, como encías de mujer. A lo lejos oíase el monótono grito de un ave zancuda... ¡
MARINO. Un respetable anciano pide permiso para entrar a hablarte. Se llama Crematurgo. Es el más rico capitalista del imperio. Ha hecho del modo más filantrópico la mayor parte de sus riquezas. Ha traficado en cierta clase de individuos, que ya dirigen en los alcázares los negocios más difíciles, ya sirven sin infundir recelos a los maridos celosos, ya cantan como serafines en las iglesias.
Ramiro admiró el fantástico arminio que revestía las techumbres y las almenas en la noche diáfana; ¡y soñó en cosas del Cielo, en claras armonías del Paraíso, en el alma de Teresa de Jesús gozando de Dios, entre la innumerable blancura de los serafines!
Hay un ser en cuyo rostro Mis ojos se han detenido, Y en su mirada han bebido Felicidad y placer; Este ser, durante el dia Me encanta con su belleza, Y cuando la noche empieza Viene á encantarme tambien. Hay una voz armoniosa Cuyos mágicos acentos Despiertan los sentimientos Que guarda mi corazon; Y no quisiera escuchar De serafines un coro, Si esa voz que tanto adoro No se uniera con su voz.
2 Y encima de él estaban serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, el SE
Comprende la satisfacción inenarrable que sentirán los cinco dedos de un cristiano recorriendo y palpando esas maravillas; más también has de percibir, que con una pieza de cinco céntimos, no se pagan las cuentas de esos serafines... Ellas poseen cosas mejores: cabellos color de oro o color de tinieblas, resumiendo así en sus trenzas la apariencia emblemática de las dos grandes tentaciones humanas: el hambre del metal precioso y el conocimiento del absoluto trascendente.
Y al mismo tiempo le aplicó en el brazo un soberano pellizco. Jacinto lo recibió con más gusto que si todos aquellos ángeles y serafines que veía cruzar radiantes le hubiesen besado en la mejilla. Pero aún estuvo algunos momentos sin poder articular una palabra. Al fin se les desató á ambos la lengua. Ella, vencida ya aquella vergüenza que la obligaba á parecer desdeñosa, mostró en seguida la travesura y alegría de su genio.
Palabra del Dia
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