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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Cuando, a pesar de su deplorable situación, a Serafina, que le cuida, la mira con ojos encandilados y lo ve doña Inés, esta le dice: ¿Es posible, Alvarito, que no te abandone el demonio que te posee? ¡El vicio, que huye de todo tu cuerpo, se te mete en la cabeza y no te deja! ¡Da asco y vergüenza! ¡Ta, ta, ta, ta, ta! contesta don Alvaro.

Serafina, que tanto hubiera dado semanas atrás por haber sido invitada a pedir para los pobres a la puerta de la iglesia, aprovechaba aquella ocasión para dar prueba de su acendrada religiosidad, deshaciendo así los rumores que habían corrido de que era protestante.

Pero, no importa; la pasión me asusta, me aterra; pero, con todo, no hubiera querido morirme sin sentir esto, suceda después lo que quiera. ¡Ay, Serafina de mi alma, quiérame usted por Dios, porque estoy muy solo y muy despreciado en el mundo y me muero por usted...! Y no pudo continuar porque las lágrimas y los sollozos le ahogaban.

Serafina me ama, me ama; estoy seguro; llora de placer en mis brazos, no hay fingimiento, no; en la escena no sabe hacerlo tan bien; me quiere de veras, le gusto, le gusto como físico y como moral, digámoslo así. ¿Y dónde cabría mayor gloria que gustarle a ella, a la mujer soñada, a la que él amaba como amante y madre y musa en una pieza?

Y cuando a esta se le antojaba de súbito visitar o pasear y no tenía a Juanita en casa, iba a buscarla a la suya, haciéndose acompañar hasta allí por Serafina.

Serafina, la primera vez que cayó en ella, cayó, como tantas otras, seducida por la vanidad, por la lujuria exaltada de la mujer de teatro, por el interés: su primer amante, a quien quiso un poco, de quien estuvo muy orgullosa, fue un General francés, Duque, millonario.

Por segunda vez el amante de Serafina tuvo remordimientos por su infidelidad en el pecado.

Pues lloro de amor... nuevo; porque la voz de esa mujer, de mi querida, me anuncia que voy a ser una especie de virgen madre... es decir, un padre.... madre; que voy a tener un hijo, legítimo por supuesto, que aunque me le paras , materialmente va a ser todo cosa mía». No, no pensaba él que el hijo fuese de la querida, eso no; que Serafina perdonase, pero eso no; de la mujer, de la mujer... pero de cierta manera, sin que la impureza de las entrañas de Emma manchase al que había de nacer; todo suyo, de Bonis, de su raza, de los suyos... un hijo suyo y de la voz, aunque para el mundo le pariese la Valcárcel, como estaba en el orden.

Floristán, joven disipado, está próximo á casarse por mandato de sus padres con la italiana Orfea. Preséntase entonces una dama valenciana, llamada Serafina, á quien él había dado antes palabra de casamiento; despierta su antigua pasión, y lo impulsa á asesinar á su esposa.

Para su alma sentimental, concupiscible, irascible y discursiva; para su facultad y aptitud de aborrecer, amar y calcular, sobre todo en relación con lo temporal visible, tenía a la discreta criada Serafina.

Palabra del Dia

rigoleto

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