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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Al ver á su esposa, se imaginó Ulises que no había transcurrido el tiempo. La encontró lo mismo que al partir, con las dos sobrinas sentadas á sus pies, fabricando blondas interminables y sutiles sobre los colchoncillos cilíndricos apoyados en sus rodillas. La única novedad de la llegada del capitán á esta vivienda de monástica calma fué que don Pedro se abstuvo de su visita.

58 Este llegó a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, 61 Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro. 62 Y el siguiente día, que es el segundo día de la preparación, se juntaron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos a Pilato,

Sus plantas, habituadas á un suelo inseguro, guardaban aún sobre la tierra firme cierta sensación de movilidad elástica. Sus idas y venidas no despertaban la curiosidad de las gentes sentadas en el paseo. Una preocupación común parecía abarcar á todos, hombres y mujeres. Los grupos cruzaban en alta voz sus impresiones.

Eran, seguramente, más de treinta. Júzguese cuál sería la emoción de Luisa y Catalina, que se hallaban en tal momento sentadas en medio del camino. Miraban ambas mujeres con la boca abierta. Un minuto más, y se encontrarían rodeadas de aquellos bandidos.

Era una señora de aspecto triste, con el pelo canoso y el rostro todavía fresco. A sus lados estaban sentadas dos niñas. Un muchacho de catorce años, su hijo mayor, de pie ante ella, escuchaba sus palabras... Y la madre acababa por mostrarles sobre el canapé de su modesto salón un retrato que representaba á Canterac joven, con uniforme militar.

Tanto fué, que las dos personas sentadas atrás se volvieron y, bien que sonriendo, examinaron atentamente al derrochador. ¿Quiénes son? preguntó Nébel en voz baja. El doctor Arrizabalaga; cierto que no lo conoces. La otra es la madre de tu chica... Es cuñada del doctor.

Sin embargo, lo que con más frecuencia se veía á la entrada del edificio, si era en verano, ó en las habitaciones interiores, si era en invierno, ó reinaba mal tiempo, era una hilera de venerables figuras sentadas en sillones del tiempo antiguo cuyas patas posteriores estaban reclinadas contra la pared.

Algunas forman grupo sentadas al pie del tronco de un roble y se cuentan en voz baja como suave gorjeo mil puerilidades encantadoras; otras se entregan apasionadamente a la busca de florecillas azules y hacen con ellas ramilletes que colocan en el pecho; otras se persiguen, como las golondrinas en el aire, con chillidos penetrantes.

Los establos rodantes estaban repletos de personas sentadas en la madera del suelo ó en sillas traídas de sus casas. Cada tren era un campamento que deseaba ponerse en marcha, y mientras permanecía inmóvil, una capa de papeles grasientos y cáscaras de frutas se iba formando á lo largo de él.

Además de los multiformes tenduchos que rodean la plazuela, y que le añaden animación y fuerza dramática, veíase á aquella hora una infinidad de puestos amovibles ó matutinos; es decir, una multitud de lugareñas sentadas en el suelo, con su cesta de huevos al lado, y rodeadas de pollos, pavos y gallinas.

Palabra del Dia

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