Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 3 de mayo de 2025
Eran los agentes que habían intentado examinar los bolsillos del gigante después de haber registrado toda la Galería en busca de Ra-Ra. Algunas de ellas tenían manchas de sangre en el rostro y en las ropas; otras, sentadas en el suelo, se quejaban de tremendos dolores en sus miembros. Pero estos dolores, así como la sangre, eran una consecuencia de las caídas que habían dado al huir del gigante.
A un lado de la plaza estaban sentadas sobre un ribazo, o en sillas de la inmediata taberna, las casadas y las viejas; mujeres anémicas y tristes en su relativa juventud por una procreación excesiva y por las fatigas de su existencia campestre, con los ojos hundidos en un cerco azul que parecía revelar desarreglos interiores, guardando sobre su pecho las cadenas de oro de sus tiempos de atlotas y adornadas las mangas con botones de oro.
Habían llegado a su cuarto, y sentadas en las dos únicas sillas del aposento, hablaron de Salvador. Carmen, que ya tenía noticias de su partida, se maravilló de que no hubiera ido a despedirse de ella. Entonces se quedó Rita muy asombrada, y descubrió por primera vez una mentira de señorito. Aquí hay gato encerrado pensó, y trató de obtener de la muchacha alguna luz para alumbrar aquel misterio.
Sentadas estas opiniones, diremos que, a nuestro humilde juicio, pudieron muy bien los moros construir gran parte de los cimientos de la nueva ciudad y alguno que otro edificio y destruir a su huida lo poco o mucho que pudieran, aprovechando después los caballeros del Rey D. Alonso aquellas ruinas para elevar y fortificar las murallas, y levantar nuevos edificios. Capítulo III.
La esperanza de la gran comida, a que se va aproximando el coche mal que bien, aquello de andar en alto, el rubor de las jóvenes que van sentadas sobre los convidados, y la ausencia sobre todo del diurno puchero, alborotan a nuestra gente en tal disposición, que desde media legua se conoce el coche que lleva a la fonda a una familia de enhorabuena.
Los caballeros van y vienen por la ancha acera y miran con mayor o menor descaro a las damas sentadas junto al mostrador. Con un ojo en las novedades de la estación y con otro en la calle, regatean los precios, y cazan lisonjas y señas al vuelo. Los mancebos son casi todos catalanes; pero pronuncian el castellano con suficiente corrección. Son amables, guapos casi todos.
Por los balcones abiertos penetraba el hálito caliginoso de las neones de verano, cargado de enervantes perfumes. La plazuela animábase. El calor arrojaba de sus estrechos cuchitriles a la gente de los pisos bajos, y las puertas estaban obstruidas por corrillos de blancas sombras sentadas en sillas bajas y respirando ruidosamente.
A uno y otro lado de la gran puerta del fondo estaban las sillas de coro de las religiosas, y sentadas en ellas las señoras del consejo: la marquesa de Villasis ocupaba la esquina derecha, teniendo a su lado a la duquesa de Astorga.
En la sala de escuela había dos o tres grupos de mujeres sentadas en los bancos, con la cabeza y el busto descansando sobre las mesas. Algunas roncaban con estrépito. La monja se había dormido también con la cabeza echada hacia atrás y la boca abierta.
La luna nueva se puso temprano, bajando al horizonte como una hoz, rodeada de aureola blanquecina que anunciaba más calor para el día siguiente. Las recogidas formaban diferentes grupos sentadas en el suelo y en la escalera de madera que comunica el corredor principal con la huerta, y se quitaban las tocas para disminuir el calor de la piel. Algunas miraban el motor de viento que seguía inmóvil.
Palabra del Dia
Otros Mirando