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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Cuatrocientos jinetes, todos con aljabas, arcos y flechas, vestidos de malla y cubierta la cabeza con sendos capacetes de bronce, nielado de refulgentes colores, me seguían y me daban mayor autoridad y decoro. Seis batidores, montados en rayadas y velocísimas cebras, iban delante de mí, a fin de anunciarme en las diversas poblaciones.
Creo necesario que experimentes nuestra hambre, nuestra sed, nuestro frio; que presencies los sendos codazos y empujones que nos dan, y el suave y risueño perdon con que los almibaran.
Así las cosas y andando los días, una noche, en casa de Verónica, tomó a ésta del brazo Sagrario; llevósela a un rinconcito lejos de la gente; y allí, sentadas las dos en sendos sillones de rica tapicería, dijo la vehemente rubia a su amiga, entre mustia y alegre, pero con más carga de lo primero que de lo segundo: ¡Por fin!...
Sin duda por el afán de lucirse y de inmortalizarse, así como Eróstrato incendió el templo de Diana en Efeso, hubo muchos que, sintiéndose ruines, amaron la celebridad más que la vida, y no por amor a la libertad y a la patria, sino por amor de la vanagloria, dieron muerte a sendos reyes o tiranos.
Apenas estaría mediada aquella fiesta, que parecía absorber enteramente la atención del pueblo, cuando sobrevino algo que distrajo dicha atención, excitando la curiosidad general. Por el camino de Lisboa, y abriéndose paso por entre el apiñado gentío, aparecieron en sendos y magníficos caballos, ricamente enjaezados, dos muy lozanos caballeros, bizarramente vestidos de gala.
El Capitán, los dos jóvenes y el marinero desembarcaron armados de sendos fusiles, y tras de ellos los chinos conduciendo a tierra la leña, las pailas, los arpones y las espumaderas. A corta distancia de la orilla Van-Stael indicó dos pequeñas construcciones circulares formadas por pedruscos y que podían servir muy bien de hogares. Los salvajes las han respetado dijo. ¿Qué es eso? preguntó Hans.
Por de pronto, la fachada es de sillería como la del este... No hay para qué verla, señoras, porque lo afirmo yo, como afirmo que sobre cada balcón de los tres de este piso, hay otro más pequeño y de púlpito, con sendos escudos de armas en los dos entrepaños principales... Quietecitas he dicho, que tiempo les queda de comprobar lo que afirmo... y vayan mirando.
Desde media noche hasta las seis de la mañana brilló, en medio de la obscuridad, una hoguera en la cumbre del Falkenstein, y toda la sierra se puso en movimiento. Los amigos de Hullin, de Marcos Divès y de la Lefèvre, calzando altas polainas y llevando sendos fusiles, se encaminaron, en el silencio de los bosques, hacia los puertos del Valtin.
Un ratito después, calló la campana y llegaron dos hombres con sendos brazados de velas y de cirios que mandaba el Cura, por delante. Venían enjutos de tobillos arriba, pero muy espelurciados y «ardiéndoles» las narices y las orejas; porque, según declararon, aunque había cesado de nevar, continuaba soplando el cierzo, más frío que la misma nieve.
Tenía tres o cuatro tertulias favoritas alrededor de sendos mostradores. Repartía el tiempo libre entre la botica de la Plaza, la librería Nueva, que alquilaba libros, y el comercio de paños de los Porches, propiedad de la viuda de Cascos. En este último establecimiento era donde encontraba su espíritu más eficaz consuelo; un verdadero bálsamo en forma de silencio perezoso y de recuerdos tiernos.
Palabra del Dia
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