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Actualizado: 17 de junio de 2025


El afán de aventuras, de nuevas empresas, le impulsa a correr el mundo. El hombre no debe permanecer en estéril contemplación a los pies de su amada eternamente. Debe hacer grandes cosas por ella; debe aprovechar la fe y la energía que vierte el amor en el vaso de su alma. Al separarse conocen, lo mismo que nosotros, las primeras amarguras del alejamiento, pero son inconmovibles como semidioses.

Siendo la política su caballo de batalla, después de ver en los cafés que todos los periódicos que leía decían de propios lo mismo que el del cirujano de su lugar escribía de mismo y de su partido, es decir, que eran unos santos, al paso que renegaban de todos los demás, fuese al Congreso, donde esperaba oir aquellos discursos que, impresos, le admiraban, y aquellos hombres que, pronunciándolos, le parecían semidioses ó criaturas de distinta naturaleza, forma y color que el resto de la humanidad.

En las poblaciones helénicas de que surgieron las repúblicas griegas y la romana, como en las tribus germanas, la virilidad individual por la fuerza, el talento y la salud, era un desideratum nacional, el valimiento actual pesaba más que el mérito ancestral, y la religión era un auxiliar del estado, en categoría tan secundaria, que los héroes semidioses de la mitología griega provienen del campo de la acción laica, a diferencia de la civilización cristiana, en la que provienen del campo de la acción religiosa; a diferencia también de la civilización moderna, en la que provienen del campo de la acción política, social, científica y educacional.

¿Pues á quién he de admirar? ¿á quién he de admirar? ¿A los tiranos? ¿A Nerón, matando á Séneca; á Felipe II, asesinando á Egmont y á Lanuza; á Luis XV, descoyuntando á Damiens? Era preciso enseñar á los franceses que no debía haber otro Ravaillac. Pues la lección no hizo efecto, porque hace treinta años que un Rey murió en un patíbulo. ¡Esos son tus semidioses, esos! exclamó Elías con furia.

No: mis semidioses no son el exterminio, el terror ni el asesinato. Lamento los desvaríos de todos; mas no extraño que, al huir da las violencias de un extremo, se toque en las violencias de otro, pagando los crímenes de siglos enteros con el crimen de un día.

El bosque bravío cubre la capital de remotas épocas; pasa el cazador salvaje por donde en otro tiempo eran recibidos los caudillos vencedores con aparato de semidioses; pacen las ovejas y sopla el pastor en su caramillo sobre las ruinas que fueron tribuna de leyes muertas; vuelven a agruparse los hombres y surge la cabana, la aldea, el castillo, la fábrica, la ciudad enorme, y se repite lo mismo, siempre lo mismo, con una diferencia de centenares de siglos, como se repiten de unos hombres en otros iguales gestos, ideas y preocupaciones en el transcurso de unos cuantos años. ¡La rueda! ¡El eterno recomenzar de las cosas! ¡Y todas las criaturas del rebaño humano cambiando de aprisco, pero jamás de pastores! ¡y los pastores siempre eran los mismos, los muertos, los primeros que pensaron, y cuyo pensamiento primordial fue como el puñado de nieve que rueda y rueda por las pendientes, agrandándose, llevando adherido en su pegajosidad todo cuanto encuentra al paso!... Los hombres, orgullosos de su progreso material, de los juguetes mecánicos inventados para su bienestar, se creían libres, superiores al pasado, emancipados de la servidumbre original, ¡y todo cuanto decían se había dicho centenares de siglos antes, con diversas palabras!

Su nueva existencia, las continuas y pequeñas satisfacciones del amor propio, el saludo de los ujieres del Congreso, la admiración de los que venían de allá y le pedían una papeleta para las tribunas; el verse tratado como compañero por aquellos señores, de muchos de los cuales hablaba su padre con el mismo respeto que si fuesen semidioses; el oírse llamar señoría, él, a quien Alcira entera tuteaba con afectuosa familiaridad, y rozarse en los bancos de la mayoría conservadora con un batallón de duques, condes y marqueses, jóvenes que eran diputados como complemento de la distinción que da una querida guapa y un buen caballo de carreras, todo esto le embriagaba, le aturdía, haciéndole olvidar, creyéndose completamente curado.

Ya has atravesado el espacio en que podian seguirte mis ojos; y los tuyos pueden todavia descubrir todos los objetos que estan sobre la tierra y en el aire... iAh! icuantos objetos dignos de admiracion ofrece este mundo visible! icuan grande es en sus causas y en sus efectos! pero nosotros que nos llamamos sus senores, nosotros, criaturas de barro y semidioses al mismo tiempo, incapaces de poder caer a un rango mas inferior, y tambien de elevarnos, escitamos una guerra continua entre los elementos diversos de nuestra doble esencia, respirando a un mismo tiempo la bajeza y el orgullo, estamos indecisos entre nuestras miserables necesidades y nuestros deseos soberbios, hasta el dia en que la muerte triunfa y en que el hombre viene a ser ... lo que no se atreve a confesar a si mismo, ni a sus semejantes.

Los unos salen á ostentar su grandeza, y brillan á la luz del sol ó de las innumerables centellas de gas que iluminan las calles, persuadidos de que la turba los admira como semidioses.

Los poderes históricos se achicaban y humillaban ante el capital. Los reyes de los pueblos, soberbios como semidioses sobre sus caballos de guerra, cubiertos de plumas y bordados y llevando tras ellos grandes ejércitos, tenían que mendigar en sus apuros á los capitalistas ocultos en sus escritorios.

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