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La simiente extranjera produjo en poco tiempo una inmensa selva: la selva de la Inquisición y del fanatismo, que aún subsiste. Cortan y cortan los leñadores modernos, pero son pocos y caen fatigados; los brazos de un hombre pueden poco ante troncos de cuatro siglos. El fuego, únicamente el fuego podrá acabar con esa vegetación maldita. Don Antolín abría los ojos con asombro.

De ese modo, se asimila con admirable facilidad todas las condiciones de vida, y acepta con el mejor humor todas las situaciones posibles, lo mismo en los Campos Eliseos de Paris que en el fondo de una selva americana, ó de un desierto de Africa.

En Colombia se registra desde cualquier altura algun ancho valle, algun vasto anfiteatro de faldas sin violento declive, alguna selva inmensa, algun largo cordon de montañas en direccion regular, alguna pampa en cuyo horizonte luminoso y sin límites se pierde la mirada como en el Océano.

Numerosa hueste enemiga había sorprendido y muerto a los descuidados y dormidos atalayas, había invadido la selva y había cercado por todas partes el edificio. A la luz del alba naciente, miró Morsamor por las ventanas en varias direcciones, y por donde quiera vio guerreros indios capitaneados sin duda por Balarán, el Brahmatma. No había medio de huir.

Alabando, pues, al cielo, que por lo pronto tan buen refugio le ofrecía, Morsamor se instaló con su gente en el abandonado edificio que se alzaba en el centro de la intrincada y vastísima selva. El edificio estaba casi al pie de muy altos montes. La ingente cordillera del Himalaya se erguía cerca de él, extendiéndose a un lado y a otro.

Si me la hubieran quitado, entonces habría ido con gusto á la selva en tu compañía, firmando mi nombre en el libro del Hombre Negro, y eso con mi propia sangre. Ya te tendremos allí antes de mucho, dijo la dama bruja, frunciendo el entrecejo y retirándose. Pero aquí, si suponemos que este diálogo entre la Sra.

Ramiro, ahitado de lecturas religiosas, cogió las Aventuras de Silves de la Selva y fuese a esconder en un obscuro recoveco del monte que formaban tres gruesos peñascos a la sombra de una encina. Tendido en el suelo, con la sien sobre el puño, suspendía por momentos la lectura, para sentir mejor el deleite de su escondrijo.

La escena no era, ni con mucho, tan profunda como la de nuestros teatros, sino, al contrario, más proeminente hacia los espectadores. Su decoración consistía en diversas cortinas ó tapices de un solo color ó sencillos, pendientes del fondo, y dejando varias entradas, que representaban ya un aposento ó una sala, ya una calle, ya un jardín ó una selva, sin mudarse ni alterarse nunca.

El árbol a que aludo, cuya sola corteza está armada verticalmente, con todas las proporciones que tenia el tronco en su selva del Nuevo Mundo, es el representante de esa fuerza exuberante, salvaje y asombrosa que distingue á la naturaleza americana. El tronco tiene todo el aspecto de una torre sin molduras, y es tan enorme que de él solo saldría el casco entero de un bergantin.

Dormita allí por algún tiempo, como la Linda de la selva durmiente; empero, sueño ó cautiverio, sortilegio ó lo que fuere, semejante estado no es la muerte. La áspera materia de la esponja vive rellena de sílice: sin moverse, sin respirar, sin órganos de circulación, sin ningún aparato de los sentidos, vive. ¿Cómo se sabe eso?