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El roble crecía más que nunca, el pozo no lo habían podido abrir, y en la puerta estaba el cartel sellado con las armas reales, donde prometía el rey casar a su hija y dar la mitad de su reino a quienquiera que cortase el roble y abriese el pozo, fuera señor de la corte, o vasallo acomodado, o pobre campesino.

Apolonio consideraba un par de botas como una obra de arte, no de otra suerte que los príncipes del Renacimiento consideraban un libro como una obra de arte. Para aquellos exigentes catadores de Belleza, un libro, aunque en sus partes secundarias se emplease con tiento el troquel, debía estar escrito a mano, aforrado en telas ricas y sellado con joyeles a guisa de broches.

Este pestañeó dos veces. El P. Irene que los vió comprendió que su causa estaba ya casi perdida: Simoun iba contra ella. Es una rebelion pacífica, una revolucion en papel sellado, añadió el P. Sibyla. ¿Revolucion, rebelion? preguntó el alto empleado mirando á unos y á otros como si nada comprendiese.

Los autos voluminosos se cubrían de polvo en la mesa, y don Esteban había de preocuparse de las fechas, para que el abogado no dejase pasar los términos del procedimiento. Su hijo, su Ulises, sería otro hombre. Le veía gran civilista, como su padrino, pero con una actividad positiva heredada del padre. La fortuna entraría por sus puertas como una ola de papel sellado.

«Si todo eso me lo dijera por escrito, como hacía D. Diego cuando insultaba a la parte contraria o al inferior en papel sellado, yo mismo lo firmaría sin inconveniente». Las voces, los gritos, eran los que le llegaban al alma, no los conceptos, como él decía.

No cesaba de leer y releer lo siguiente, que aparecía escrito en el papel que estaba pegado y sellado sobre la cerradura del cofre: «Yo, Gabriel Pérez, escribano público de la villa de Navalcarnero, doy fe y testimonio de cómo el señor Jerónimo Martínez Montiño, recibió cerrado y sellado, como se encuentra, este cofreSeguía la fecha y el signo.

¡, ! exclamó ; esta es la puerta de mi aposento, y no hay nadie en él, y luego este papel sellado; ¡Dios mío! El cocinero mayor se agarró con entrambas manos la cabeza, como pretendiendo que no se le escapara, y de repente dió á correr y se entró en la cocina. Oficiales, galopines y pícaros, hablaban en corros. De repente, una voz desesperada, horrible, llamó la atención de todos.

Sus tejidos abastecen no solo al pais, sino á algunos pueblos del Nuevo Mundo, á donde va tambien su papel florete tan estimado por los abogados y notarios y los gobiernos que adoran el papel sellado. El Nuevo Mundo le envia á Cataluña sus algodones; Italia, Valencia y otros paises sus sedas, cáñamos, etc. El Catalan, aunque ama su pais, es esencialmente viajero.

Sus narices de ventanas dilatadas no le servían para olfatear el jabalí ó el oso que cruzaban por el bosque, sino las pesetas que podía devengar el proceso que tenía entre las manos. Y vengan providencias, y notificaciones y resmas de papel sellado cuando los procesados eran personas solventes ó poseían al menos un pañuelo de tierra ó una yunta de vacas.

, estaba dentro de un sobre de hilo, bien sellado, y con un letrero de mi padre, que decía: «Burton Blair, privado». ¿Qué podía significar? ¡Ah! yo también cavilo en lo mismo exclamé, reflexionando profundamente en el asunto y contemplando aún las tres columnas de catorce letras. Traté de descifrar aquel enigma por los métodos de uso general y conocidos, pero no pude sacar nada inteligible.