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Actualizado: 30 de junio de 2025
Los quince días que había desempeñado el gobierno de Tarragona, por ausencia del gobernador y enfermedad del secretario, eran la edad de oro de la existencia de don Peregrín, el período dulce y poético cuyo recuerdo hacía vibrar siempre su corazón. ¡Cuántos sucesos en aquellos quince días! ¡Cuántas imágenes brillantes de gloria y poder surgían en su mente al pensar en ellos!
Comenzó de escribiente en el ayuntamiento; después había sido secretario del juzgado municipal, pasante del notario y ayudante en el Registro de la propiedad.
No ha podido olvidar... Ella tenía catorce años y se enamoró de José Luis Aguirre, que ahora es agregado o secretario en una Legación. Se querían muchísimo, pero de tanto como se querían llegaron a imaginar para ellos un amor ideal, algo que no tuviese nada que ver con las dichas vulgares. Les lastimaba cualquier cosa que rompiese el encanto que vivían.
De seguro que por nada del mundo hubiera Juanito vendido a su perro. Así las cosas, una tarde del mes de agosto se paseaban por la carretera Juanito, Polonia su nodriza y el perro Fortuna. Don Salvador se había quedado en casa con el alcalde y el secretario del ayuntamiento, que habían ido a consultarle un asunto grave.
Casilda dijo Dorotea cuando se quedó sola , que vaya Pedro al coliseo, y que avise de que esta tarde no puedo representar. Estoy muy enferma. Con tanto accidente habíasele olvidado al duque de Lerma revocar la orden que había dado á Santos, su secretario, para que prendiesen á Quevedo. Y esto no tenía nada de extraño.
He conocido un joven a quien una Comisión salida del seno de la Academia pasó a ofrecer en su misma casa el puesto de Secretario con el objeto de apagar una querella suscitada entre dos enconados e igualmente poderosos adversarios.
Mi vida era demasiado buena: comer, pasear, dormir. Algunas veces ayudaba á mi yerno, que está empleado en el Ayuntamiento, á copiar las minutas del secretario. Cenábamos invariablemente á las ocho. Nieves, una señora viuda que vive sola en la calle de la Perseguida, á quien debe mi yerno su empleo.
Gil de Mesa fué en su nombre á noticiar á la Princesa Catalina de Borbón, al Rey, á Villeroy la resolución de abandonar el mundo, entrando en religión; propósito que parecía muy bien al Secretario de Estado. Probablemente por vez primera se ofrecía con sinceridad á secundarle con su influencia para entrar en situación en que podría hacer su fortuna y la de sus amigos.
Hácia un estremo de la sala, sentado y delante de una mesita donde se veían algunos papeles estaba el secretario. Su Excelencia era muy trabajador y no le gustaba perder tiempo así es que despachaba con él mientras servía de alcalde en el tresillo y en los momentos en que se daban las cartas. En el entretanto el pobre secretario bostezaba y se desesperaba.
El secretario se echó á reír, pero se repuso ante la calma imperturbable de su interlocutor. ¿Hay en este momento penados cuya conducta sea ejemplar y que merezcan los favores de que me hablaba usted hace poco? ¡Ah! Ya veo que está usted haciendo averiguaciones serias, dijo el secretario, mirando con curiosidad á Cristián.
Palabra del Dia
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