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Actualizado: 11 de julio de 2025


Ni el catavientos, ni las nubes, ni el barómetro, ni el cariz del cielo nos presagiaban señales de viento, reinando absoluta inmovilidad en las ondas y en las lonas. En tal estado, vino el crepúsculo vespertino. El que no ha contemplado un crepúsculo vespertino en las zonas intertropicales, no ha visto la celeste bóveda en toda su belleza.

Los rails, abrillantados por el continuo roce de las ruedas, se alejaban hasta perderse en la revuelta de una curva. El polvillo del carbón oscurecía la tierra, marcando las huellas de los carros, y a unos trescientos metros de donde paraban los trenes, indicando la entrada en agujas, empezaban a brillar los farolillos rojos y las señales de la vía.

Una vez nos dejó con la boca abierta contándonos la fiesta de la coronación de Bonaparte, con todos sus pelos y señales, y otra vez nos puso los cabellos de punta refiriendo la más famosa batalla de las muchas en que se había encontrado.

Atacaba siempre á la cabeza de sus hombres, y de casi todos los combates salía herido. Pero eran heridas «de suerte», como dicen los soldados, que dejaban en su cuerpo gloriosas señales sin destruir su vigorosa salud. Viéndose solo en París, donde únicamente podía contar con la admiración de algunas viejas legitimistas del faubourg San Germán, se marchó á Viena.

Por las señales, no solamente había notado Nieves el suceso que tanto le había preocupado a él, sino que le había parecido muy mal, claro: como tenía que parecerle; como que había sido la mayor gansada que podía cometer un hombre acompañando a una señorita.

Doña Manuela, que sin atreverse a proferir una sola palabra se había interpuesto entre ambos, miró entonces a Pepe como no le había mirado nunca, y con un vigor de que jamás dio señales en su vida, le dijo: ¡Basta! La expresión que adquirió su rostro desconcertó a Pepe: le repugnaba creer que su madre hiciera causa común con Tirso. Pero, mamá, ¿sabes lo que acaba de hacer?

A pesar de la absoluta convicción que éste tenía de su honradez no pudo menos de retroceder un paso, dando señales de susto. Usted me perdonará, Tristanito, que le moleste un momento. Tengo que hablarle de algunas cosillas serias. Barragán era el hombre de los diminutivos. Estoy a sus órdenes, amigo Barragán respondió Tristán completamente asegurado... Pero siéntese usted.

Todos los disparates imaginables caben en este mundo absurdo en que vivimos... ¿No has observado que tu suegro presenta desde hace algún tiempo señales extrañas... que ha dicho y hecho cosas muy raras... en una palabra, que su espíritu ofrece síntomas de enajenación?...

Habían pasado los ocho días de plazo señalados por Castro Pérez, y mi hombre no daba señales de vida. Se me cerró el mundo, y me solo en él, sin dinero, sin esperanza.

Finalmente, él se recostó pensativo y pesaroso, así de la falta que Sancho le hacía como de la inreparable desgracia de sus medias, a quien tomara los puntos, aunque fuera con seda de otra color, que es una de las mayores señales de miseria que un hidalgo puede dar en el discurso de su prolija estrecheza.

Palabra del Dia

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