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Actualizado: 26 de octubre de 2025


Se mandó hacer un traje igual de terciopelo negro muy ajustado al talle, con saya interior color de rosa recamada de plata. Este traje era muy a propósito para realzar la gallardía de su figura y la belleza majestuosa de su rostro.

Genoveva era una mujer de cuarenta años poco más o menos; baja, gruesa, morena, mofletuda, con ojos grandes y pardos a flor de la cara, que no decían nada, absolutamente nada, el cabello muy lamido y formando ondas por las sienes. Vestía saya lisa del hábito del Carmen y manto negro de merino anudado a la espalda, al uso de todas las sirvientas provincianas.

No podía negarse, sin embargo, que su encantadora persona estaba pidiendo a gritos una rústica saya, un cabello en trenzas y al desgaire, con aderezo de amapolas, un talle en justillo, una sarta de corales, en suma, lo que el pudor y el instinto de presunción hubieran ideado por , sin mezcla de ninguna invención cortesana.

Es una cinta que pasa veloz: el gallardete de la cruz del santo. San Juan se marcha. Los días pasan alegremente, y el 29 aparecen dos grandes llaves; tras de las llaves, una mano que las empuña; tras de la mano, un brazo; después una hermosa cabeza calva, un cuerpo robusto, un hombre con humilde saya y los pies desnudos.

¿Qué entendió la moza que era gallega como oyó decir "baja tras ti" y "me deja"? Que era verdad y que la avisaba; va a huir, y con la turbación písase la saya y rueda toda la escalera; derrama la olla y quiebra los platos, y sale dando gritos a la calle, diciendo que mataba un oso a un hombre.

Jamás pudieron entrar por las modas del presente. Una saya de cúbica negra muy escurrida con plomos por debajo para que se escurriera todavía más, talle muy alto, manga apretada con bullones, zapatito de tabinete descotado y un tocado inverosímil de puro extravagante: así se presentaban en todas partes.

Salí de la cámara. La mar estaba tan perfectamente dormida, cual yo lo había estado dos horas antes. Una brisita impregnada de puras emanaciones azoadas daban elasticidad y bienestar á todo el cuerpo. Bienestar que en se aumentó al ver el inverosímil pié, por lo pequeño, de Enriqueta, la que subía por la escalera de la cubierta recogiendo ligeramente su saya de fuertes colores.

Por esto será famosa desde Henares a Jarama, desde el Tajo a Manzanares, desde Pisuerga hasta Arlanza. Trocáreme yo por ella, y diera encima una saya de las más gayadas mías, que de oro le adornan franjas. ¡Oh, quién se viera en tus brazos, o si no, junto a tu cama, rascándote la cabeza y matándote la caspa!

Al fin, presentose Rosa. Llegaba vestida de nuevo con saya negra de estameña que dejaba ver medias blancas y finas, delantal bordado de flores, dengue de pana, corales a la garganta, y ceñida la cabeza con un pañuelo colorado de seda cuyos flecos le caían graciosamente sobre las sienes. Máxima había sacado, por vanidad, el fondo del baúl para vestirla. Presentose sonriente y roja como una amapola.

La indita de saya azul da a gustar a la vaca mirona una de las tazas de coco abandonadas. Al pescante van Pedro y Adela: Lucía, menos contenta, a la imperial con Juan. Ya la casa de la finca, toda blanca, de techo encarnado, se ve a poca distancia.

Palabra del Dia

reclinándose

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