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Actualizado: 26 de julio de 2025


Una saya de seda color de rosa, recogida en ricos y graciosos pliegues por la diminuta mano, daba magestad á su erguido busto cuyos movimientos favorecidos por el ondulante cuello delataban todos los triunfos de la vanidad y de la coquetería satisfecha.

Así pues, decidme lo que os parezca, y si os pareciere no hacer lo que se os pide, tornadme esos doblones e ireme yo a otra parte en donde mejor dispuestos estén a ayudarme. El alma hubiera dado antes la tía Zarandaja que los doblones, que ya había sepultado en la honda faltriquera que llevaba debajo de la saya. Así es que dijo: Hablando, las gentes se entienden; y cuanto más honradas son, mejor.

Un vestido, una saya, una basquiña, cualquiera otra prenda, duraba años y años sobre el cuerpo de la chacha Ramoncica ó guardada en el armario. Después, estando aún en buen uso, pasaba á ser prenda de Rafaela. Los muebles eran siempre los mismos y se conservaban, como por encanto, con un lustre y una limpieza que daban consuelo.

Leocadia, tomando un gran buche de agua de olor, afinó entre sus dientes un chorro continuo, y, girando en torno, rociolo con maestría, desde el ruedo de la saya hasta la almidonada gorguera. Una esclava vino a anunciar que las sillas de manos esperaban en el recibimiento. Llamen a Alvarez exclamó Beatriz. Un instante después llegaba la dueña con mucho rumor de cuentas y gorgoranes.

Llamábanle de mote el Tuerto. La mujer no es bizca como su marido, ni morena; pero tiene los cabellos tan cerdosos como él, y una rubicundez en la cara, entre bermellón y chocolate, que no hay quien la resista. Gasta saya de bayeta anaranjada, jubón de estameña parda y pañuelo blanco á la cabeza.

¡Caramelo! dije en mi interior, pues menudo chasco me he llevado, yo que creía habérmelas con dos hijas de este extremo Oriente y me encuentro de manos á boca con Cádiz y San Fernando disfrazados de saya y candonga. Bien, pero esta señorita se embarcaría en ferrocarril. ¡! No señor replicó aquella con la mayor naturalidad, siempre nos hemos embarcado en baroto ó en parao.

Y como si fuese una gala nueva que veía por primera vez, metióse por la cabeza con gran cuidado, cual si fuese de sutiles blondas, la saya de percal de todos los domingos.

Has de saber, Teresa, que tengo determinado que andes en coche, que es lo que hace al caso, porque todo otro andar es andar a gatas. Mujer de un gobernador eres, ¡mira si te roerá nadie los zancajos! Ahí te envío un vestido verde de cazador, que me dio mi señora la duquesa; acomódale en modo que sirva de saya y cuerpos a nuestra hija.

Doña Constanza tuvo lepra enfermedad que en aquellos tiempos no perdonaba á las emperatrices , y Santa Bárbara curó milagrosamente á su devota. Para perpetuar este suceso, allí estaba Santa Bárbara en el cuadro, vestida con ancha saya y mangas de farol acuchilladas, lo mismo que una dama del siglo XV, y á sus pies la basilisa con traje de labradora valenciana y gruesas joyas.

La saya es lisa; no tiene tableados ni pliegues; cae con el peso de la seda hasta los pies. ¿Ves? a me está muy corta. A ti te estará bien. Es un poco ancha, a lo Watteau. ¡Mi pastorcita! ¡mi pastorcita! Yo nunca me la he puesto. ¿ sabes?

Palabra del Dia

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