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Actualizado: 6 de junio de 2025
El P. Salví le miraba de cuando en cuando, pero buen caso hacía él del P. Salví; al contrario, hacía de tropezar las muchachas para rozarse con ellas, les guiñaba y ponía ojos picarescos. ¡Puñales! ¿Cuándo seré cura de Kiapò? se preguntaba. De repente Ben Zayb suelta un juramento, salta y se lleva una mano al brazo; el P. Camorra en el colmo de su entusiasmo le había pellizcado.
Grandes anuncios cubrían las paredes de las casas, misteriosos y fúnebres, que excitaban la curiosidad. Ni Ben Zayb, ni el P. Camorra, ni el P. Irene, ni el P. Salví la habían visto aun; solo Juanito Pelaez estuvo á verla una noche y contaba en el grupo su admiracion.
Más allá fué donde perdieron su traza y un poco más lejos, cerca de la orilla, descubrieron algo como color de sangre... Y ¡precisamente! hoy hace trece años, día por día, que esto ha sucedido. ¿De manera que su cadáver?... preguntó Ben Zayb. Se vino á reunir con el de su padre, contestó el P. Sibyla; ¿no era tambien otro filibustero, P. Salví?
Los grandes dioses, entre ellos el P. Irene y el P. Salví, habían llegado ya, es verdad, pero aun faltaba el trueno gordo. Estaba inquieto, nervioso; su corazon latía violentamente, tenía ganas de desahogar una necesidad, pero había primero que saludar, sonreir, y despues iba y no podía, se sentaba, se levantaba, no oía lo que le decían, no decía lo que se le ocurría.
En efecto, los frailes, á su cabeza el P. Salví y algunos seglares capitaneados por don Custodio se habían opuesto á semejantes representaciones. El P. Camorra que no podía asistir encandilaba los ojos y se le hacía agua la boca, pero disputaba con Ben Zayb que se defendía débilmente pensando en los billetes gratis que le enviaría la empresa.
Para saber si dentro hay diablos ó espejos, repuso Simoun, ¡lo mejor es que ustedes vayan á ver la famosa esfinge! La proposicion pareció buena y fué aceptada, pero el P. Salví y don Custodio manifestaban cierta repugnancia. ¡Ellos á una feria, codearse con el público y ver esfinges y cabezas parlantes! ¿Qué dirían los indios?
En la platería donde se hospedaba Plácido Penitente, se comentaban tambien los acontecimientos y se discutían con cierta libertad. ¡Yo no creo en los pasquines! decía un obrero delgaducho y seco á fuerza de manejar el soplete; ¡para mí es obra del P. Salví! ¡Ejem, ejem! tosió el maestro platero, hombre muy prudente que, temiendo pasar por cobarde, no se atrevía á cortar la conversacion.
La Providencia había salvado á su Excelencia, impidiendole recibir á aquellos precoces criminales, por estar á la sazon conferenciando con los Provinciales, el Vice Rector y el P. Irene, comisionado por el P. Salví. Mucho de verdad había en estos rumores si hemos de creer al P. Irene, que á la tarde se fué á visitar á Cpn. Tiago.
Nunca he llegado á saber lo que quiere ni lo que piensa. ¡Qué lástima que el P. Salví no esté delante para darnos algunos de sus antecedentes! Creo haber oido decir que cuando niño tuvo peras que partir con la Guardia Civil... su padre fué muerto en no recuerdo qué motin... Simoun se sonrió lentamente, sin ruido, enseñando sus dientes blancos y bien alineados...
El P. Camorra echó el cuerpo hácia atrás como si tuviese asco, el P. Salví la miró de cerca como si le atrajesen las cosas sepulcrales; el P. Irene sonreía con la sonrisa del inteligente; D. Custodio afectaba gravedad y desden, y Ben Zayb buscaba su espejo; allí debía estar, pues de espejos se trataba. ¡Como huele á cadaver! dijo una señora; ¡puff! Y se abanicó furiosamente.
Palabra del Dia
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