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Por ejemplo, se encontró con uno de los diáconos de su iglesia, buen anciano que le saludó con el afecto paternal y el aire patriarcal á que tenía derecho por sus años, sus virtudes y su posición, y al mismo tiempo con el profundo respeto, casi veneración, que el carácter público y privado del ministro reclamaban.

Saludó alegremente a los jóvenes, con la misma libertad y franqueza que si fuera uno de ellos, dio un par de palmadas para llamar al mozo y dirigió unas cuantas sonrisas amicales a los parroquianos de las mesas inmediatas. Aquí tiene usted a Mario deshecho de impaciencia. Ya preguntaba si estaría usted enfermo dijo Adolfo.

Entonces la vio Pepe y se quitó el sombrero: ella le saludó con una inclinación de cabeza, dando a su mirada cierta expresión de afectuosa confianza, y después, durante unos segundos, se quedó inclinada hacia la ventanilla: Pepe permaneció inmóvil.

¡Adiós, Miguel! dijo Castro, con la convicción de que este saludo iba á ser algo más que una despedida momentánea. Adiós contestó el príncipe sin moverse. Cerca ya de la puerta, Atilio retrocedió. lo que significa mi negativa y lo que me toca hacer. Adiós otra vez. ¡Cree que si me pidieses otra cosa...!

Y tras este saludo, cambiado con toda la gravedad propia de una gente que lleva en sus venas sangre moruna y sólo puede hablar de Dios con gesto solemne, se hacía el silencio si el que pasaba era un desconocido, y si era íntimo, se le encargaba la compra en Valencia de pequeños objetos para la mujer ó para la casa. Ya era de día completamente.

Era un velero de Brema y no iba a América. Se aproximaba a las costas del Brasil para tomar los vientos, ganando después el cabo de Buena Esperanza. Iba a la China a cargar arroz. El Goethe saludó con un bramido el pabellón enarbolado por el velero.

Así, pues, nadie extrañará, que Antoñita, ya que ella madrugaba más que la pobre Magdalena, contestase cotidianamente desde la ventana por donde pocos meses antes había presenciado la partida del joven y de su tío, al amable saludo de Amaury, saludo siempre acompañado de una seña o de una sonrisa.

El primer catedrático le devolvió el saludo friamente y guiñando á Basilio, le dijo en voz alta: Ya que Cpn. Tiago huele á cadáver; los cuervos y los buitres le han visitado. Y entró en la sala de los profesores. Algo más tranquilo, Basilio se aventuró á averiguar más promenores.

Para ser una mujer de guerra, estaba demasiado gruesa y tenía los pies inseguros. Fué subiendo la mano poco á poco para que el emisario no sufriese rudos balanceos, y al tenerla junto á sus ojos lanzó una exclamación de sorpresa. ¡Profesor Flimnap! La traductora saludó quitándose el casquete alado, mientras apoyaba su mano izquierda en la empuñadura de su espada.

Pues no escapará, ni su padre tampoco. Lo mismo digo yo exclamó Aldama, que estaba muy pesaroso porque el amo del café no le había querido fiar una botella de Málaga. Chitón, que viene alguien. ¿Quién es? ¡Ah! Lázaro Lázaro entró y saludó á su amigo. Buenas noches, buena pieza le dijo el Doctrino.