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Actualizado: 17 de julio de 2025


Por algunos instantes apenas se oyó en la estancia mas que "querido duque", "señor duque". "¡Oh, duque!" El objeto de tanta atención y acatamiento era un hombre bajo, gordo, la faz amoratada, los ojos saltones y oblicuos, el cabello blanco, y el bigote entrecano, duro y erizado como las púas de un puerco-espín.

Otros eran ídolos feroces, de ojos saltones y barbas ondeadas y rastreantes; fetiches de religiones obscuras y bárbaras, capaces de detener a la humanidad primitiva en sus emigraciones, haciéndola caer de rodillas con la emoción de un encuentro divino.

Porque, ¿cómo podrían creer que aquellos ojos negros y saltones del pálido rostro de Silas Marner no vieran en realidad claramente más que los objetos muy próximos? ¿Cómo no creer más probable, que su mirada fija y espantosa pudiera darle un calambre, el raquitismo a todo niño que se quedara atrasado?

Cuando Muñoz quedó solo, volvió a embargarle el pensamiento de Adriana y vio su imagen proyectarse, radiante, en el salón iluminado; junto a ella dos ojos saltones emergieron, temblorosamente, en una cara afilada, fina... ¡la cara de Castilla!

El cura se limpió el sudor del rostro y del cuello con un desmesurado pañuelo de yerbas, se sonó después con horrísono trompeteo, dijo tres o cuatro frases insignificantes a propósito del calor y la humedad, y por último, encarándose con su sobrino y clavándole sus ojos grandes, redondos y saltones como los de los cíclopes, y tan fogosos, le dijo pausadamente, dejando caer las palabras graves y solemnes como las campanadas de un reloj de torre: Tengo entendido, Andrés, que visitas con harta frecuencia la casa de Tomás el molinero; que te pasas allí las horas muertas... Me han dicho además que el motivo de estas visitas es una de las muchachas, la más joven, a quien al parecer haces cocos... Esto me disgusta, Andrés; mucho me disgusta.

Mientras tanto, los ojos saltones de su camarada le miraban con tal expresión amenazadora que parecía que iban a brincar de las órbitas y lanzarse sobre él; crecían por momentos como los de una langosta. ¿Y por qué de patatas guisadas? Yo tengo tantos hígados como usted, ¡porra! y lo he probado en la acción de Orduña y en la de Unzá, y por algo tengo en mi casa seis cruces.

Le miraba con sus ojos saltones, limpiándose el sudor de la frente, jadeando, antes de hacer caer sobre Isidro la avalancha de su indignación. Paece mentira, hombre... Y no creas que yo pienso ojetar nada contra el hecho de que y la Feliciana haigáis pactado el amontonaros, en uso de vuestra perfecta autonomía.

Se la hemos dejado, con los demás bártulos, al jefe de la estación de Jabalquinto se apresuró a concluir D. Nemesio, clavando sus ojos saltones y suplicantes en el catalán. ¡Pues es verdad, voto a Dios! exclamó éste levantando los suyos a la rejilla. Dispénsenos usted por favor... Ya comprenderá usted que nuestra intención...

Ese joven delgado, de ojos saltones, algo encorvado, que gesticula con viveza porque no ha encontrado billetes, es el químico S, autor de muchos estudios y trabajos científicos, premiados algunos y notables todos; los españoles dicen de él que promete, promete... El que le apacigua con su risa volteriana es el poeta T, chico de talento, muy amigo mío, y por lo mismo que es de talento ha arrojado la pluma.

¡Esa mujer está ahí!... dijo aquélla con voz alterada, los ojos relampagueantes de ira. ¡Es un escándalo! manifestó Osorio. Algunas personas ya se han ido, y en cuanto se enteren, se irán todas apuntó con más sosiego Calderón. ¿Qué mujer está ahí? preguntó el duque abriendo mucho sus ojos saltones. ¡Esa mujer!... esa Amparo la malagueña replicó su hija buscando el tono más despreciativo.

Palabra del Dia

godella

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