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Actualizado: 1 de julio de 2025
Cuando Belarmino leyó esta halagüeña proposición, se le atragantó la saliva; pero se repuso a seguida, sonriendo beatíficamente. Adoptaba la propia actitud de indiferencia filosófica hacia las opiniones ajenas, mientras él conservase la vida y el pensamiento, como hacia los dolores corporales, en habiéndose muerto.
Porque él jugaba en la Bolsa, sí, señor, convencido de que la carrera de abogado no le sacaría nunca de pobre, y de que, después de mucho romperse la cabeza, alcanzaría un título, que no sirve de otra cosa, que para adorno del apellido, y se vería obligado a mendigar un empleo, que no conseguiría sino a fuerza de hacer antesala a mucho tipo con influencia y sin educación, y de gastar saliva y paciencia.
Si bien hay síntomas, aunque raros, de calor ardiente, parecen accidentales. La secrecion mucosa nasal clara y abundante, la saliva acuosa, y las lágrimas, son en los efectos de este medicamento mas bien un resultado de los vómitos y espasmos que les acompañan que no de la relajacion ó flojedad.
Maximiliano se estremeció ligeramente, pero nada más. Seguía oyendo. «¿Y qué más?» dijo. ¿Te parece poco? prosiguió la diabla, que de rabiosa que estaba, tenía espuma de saliva en los labios . Pues Ballester y doña Guillermina lo decían hace poco: «Es un santo; pero no tiene el sentimiento del honor». Conque ya sabes. Déjame en paz. No quiero verte más.
La joven, que era lindísima, aunque un poco marchita ya, le clavó una mirada dulce y risueña, como si le quisiera fascinar. ¿Quién es esta joven? le pregunté. Pues esta joven me contestó lanzando el chorrito de saliva por el colmillo es hija de ese señor viejo, que se llama D. Serafín Blanco, y viven en Málaga, aunque son de Granada.
¡Sí, ella era! ¡Cuánto tiempo, cuánta astucia, cuánta saliva habían gastado para averiguar aquel secreto sin conseguirlo! Y ahora se les venía á las manos cuando menos lo imaginaban. Habían sido de los primeros en sospechar que Demetria no era hija del tío Goro y la tía Felicia.
Pero su adversaria, no bien llegó la saliva al suelo, rugiendo como una pantera, saltó sobre la retadora, y asiéndola con todas sus fuerzas por el pelo, la hizo tocar el polvo con las narices; en seguida, de otro tirón la metió la cabeza entre sus piernas; oprimiósela á su gusto; y tendido el cuerpo, sobre las espaldas de su víctima, alargó la mano izquierda hasta cogerle las sayas por la altura de las pantorrillas; enarboló la diestra, trémula y amenazante...; y á no acudir la viuda á detenerla, hubiera castigado delante de la reunión á su enemiga, con la ofensa más terrible que se puede hacer á estas mujeres: con una azotina á telón corrido.
El cocinero se detuvo; temió que los misterios de su familia entrasen en la cocina y bajo el dominio de oficiales, galopines y pícaros; la gente más maleante del mundo. Mi mujer tiene las entrañas muy blandas dijo tragando la saliva más amarga que la hiel ; mi mujer se deja engañar de cualquiera... pero en fin, ello está hecho; mi mujer... pues... mi mujer es mi mujer.
La discusión fué larga y templada, y aunque las representantes del sexo débil abusaron de la palabra, no se oyó una más alta que otra, viniendo todas á un perfecto acuerdo tan luego como la digna Tintay lanzaba por entre olas de negra saliva su consabido osus-María-seff.
Trabajo le costó a Isidora admitir la funesta verdad que se le quería anunciar con caritativas precauciones, y tragando saliva para deshacer aquel nudo que en su garganta se formaba, habló con medias palabras de esta manera: «Quién sabe... Todavía... Pero yo quiero verle. Vamos, que no... Ya...». El buen señor estaba impaciente. Tenía que hacer.
Palabra del Dia
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